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Este espacio dominical para la crónica, el análisis y la opinión, cuando llega el 6 de diciembre cada año encuentra más motivos para la desolación ante el progresivo deterioro de la Constitución por el avance de sus enemigos. El escenario general es elocuente: el presidente ... Sánchez cede a todo lo que piden los independentismos que desprecian la Carta Magna y al tiempo levanta un muro frente a las derechas, la del PP que defiende la ley de leyes, y la de Vox, que dice respetarla, aunque esa decisión de asistir a los actos conmemorativos en algunos sitios, como en Cantabria, y ausentarse en otros, como en el Congreso, resulta una confusa política de vuelo bajo. Mientras, el clamor ciudadano en toda España constata un daño a la convivencia democrática sin precedentes en las últimas cuatro décadas.
Cuesta abajo en la rodada que reza el tango, la política transita de los indultos y la reforma obsequiosa del Código Penal para eliminar la sedición y suavizar la malversación a la amnistía que era anticonstitucional también para Sánchez y el PSOE hasta que les hizo falta, y de ahí a la sombra del referéndum que asoma en el horizonte, a los privilegios económicos y fiscales, a la entrega de las últimas competencias que conserva el Estado. Del trance humillante que supone negociar el acuerdo de investidura en Bruselas con un prófugo de la Justicia, a supervisar el apaño en Ginebra con los 'verificadores enmascarados' hasta la víspera de la reunión cuando fue identificado el tal Galindo, especialista salvadoreño en negociar con guerrilleros y terroristas, al que ya imaginábamos embozado como los etarras que emitían sus proclamas revolucionarias en los 'años de plomo'. Bien, el resumen vergonzante es que el mediador supervisará que el Gobierno Sánchez se rinde a las exigencias separatistas y que España pagará la cuenta de las extravagantes mesas de negociación.
Que PSOE y PP publiciten estos días que van a eliminar de la Constitución la expresión 'disminuidos' no es que esté mal, claro, pero mueve a la melancolía tan modesto avance cuando todo el esqueleto constitucional se ve seriamente amenazado en estos tiempos del 'Frankenstein 2': la unidad territorial, el papel de la Corona, la separación de poderes, la igualdad de los ciudadanos ante la ley…
La alianza política del PSOE y Sumar con todos los separatistas no es, desde luego, una garantía de supervivencia del modelo político consagrado por la Constitución del 78. Más bien abre la puerta al debate sobre el cambio de régimen, el Estado plurinacional y el régimen republicano. El PSOE será el factor determinante del futuro. Durante décadas, en los congresos socialistas siempre surgía una ponencia, por ejemplo de la corriente Izquierda Socialista, o de las Juventudes Socialistas, o de algún verso suelto, que reivindicaba el impulso radical del partido a la república. Entonces llegaba el cántabro Alfredo Pérez Rubalcaba con el recado: «En el partido casi todos somos republicanos, pero ahora no es el momento», con lo que la ponencia decaía hasta el siguiente congreso. Es evidente que la pulsión republicana ha ido a más en el seno de la militancia socialista, lo que no está claro es si en la dirección del partido quedan 'rubalcabas'. Hay división de opiniones al respecto. En fin, como en todo, será lo que diga Sánchez.
Por fortuna, el rey Felipe VI, con su conducta ejemplar, y la Corona que representa son los mejor valorados de todas las instituciones y líderes políticos y eso ayuda a preservar la España constitucional. Pero no se puede permitir ni el más mínimo desliz sin poner en riesgo su futuro frente a tantos enemigos que le acechan.
El acto conmemorativo del 45 aniversario de la Constitución en el Parlamento cántabro, cada año menos concurrido, reflejó el cambio político en la comunidad. El discurso 'progre' que frecuentó en la pasada legislatura el anterior presidente de la Cámara, el socialista Joaquín Gómez, aunque sin llegar al tono mitinero de Francina Armengol en el Congreso, dio paso al estreno de la popular María José González Revuelta, que también sacó a pasear las negociaciones secretas de Sánchez, el asedio a la unidad de España, los privilegios y la insolidaridad entre regiones y la amnistía con el conocido argumentario crítico del PP. Al PSOE de Pablo Zuloaga y Pedro Casares no les gustó el mensaje, como cabía esperar, pero tampoco podía fingir González Revuelta que no está pasando nada que ponga en peligro la Constitución.
Los socialistas, como todos los años, se fueron a celebrar la Constitución con una comida en Santoña. Para mantener la tradición y quizá alguno también para aliviar la mala conciencia por el daño que la ambición de poder y las alianzas del caudillo Sánchez infligen a la Constitución de todos.
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