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No ha habido en las vísperas de la campaña ningún sondeo que discuta la victoria holgada del PP de Alberto Núñez Feijóo en las elecciones generales del 23J, las decimosextas desde la legislatura constituyente de 1977. Una daba a Feijóo 14 escaños de diferencia, otras ... 25 o 30… Las que publica a diario este periódico de GAD3, la consultora más atinada en las últimas citas electorales, se han acercado a los 50. Pero en eso llegó el CIS para augurar una cómoda mayoría del PSOE de Pedro Sánchez con el pujante Sumar de Yolanda Díaz. La credibilidad demoscópica del santanderino Tezanos está muy entredicho al llegar a la que puede ser su última campaña, pero como 'coach' emocional para la grey socialista no tiene precio.
Feijóo no se deja impresionar y cree que tiene a su alcance gobernar en solitario, a partir de 160 escaños, o con Vox si hiciera falta. Los comicios autonómicos y municipales, con un vuelco político muy considerable y 750.000 votos de ventaja sobre el PSOE, también marcan tendencia a su favor, pero no decisiva. Incluso el bloqueo político y la repetición de elecciones es una opción real y desmoralizante.
En el comité federal del PSOE se oyen voces –Chivite, Lobato, Tudanca– que advierten de que el miedo a Vox ya no cotiza, pero acaso puede servir para movilizar a la izquierda, que en eso también va retrasada frente a la derecha mucho más implicada en la misión de acabar con Sánchez. Los sondeos tampoco se ponen de acuerdo en si las vicisitudes ruidosas de los pactos territoriales de PP y Vox tendrán algún impacto en el electorado o resultarán intrascendentes.
En Cantabria, el CIS rema descaradamente hacia la izquierda pero la contundente victoria del PP en el 28M autoriza a presagiar que remachará la buena racha en las generales. Entre 2015 y 2019, la nueva política trajo la dispersión; cuatro partidos para los cinco escaños cántabros. Podemos y Ciudadanos fueron efímeros, llegó Vox en la última cita y ahora no las tiene todas consigo.
Y el PRC, pletórico con lo que consideró con toda la razón un gran salto político que fue lograr un escaño en el Congreso en dos convocatorias seguidas, ahora el derrumbe en las autonómicas le ha obligado a elegir entre dos malas opciones, o arriesgarse a un nuevo fracaso o lo que ha hecho, renunciar a las urnas, lo que supone un doloroso reconocimiento de su debilidad. Así que los dos grandes partidos, PP y PSOE, se disponen a repartirse la herencia regionalista, con Vox a la expectativa.
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