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Gema Igual ya es, como quería, la número dos de la candidatura del PP al Parlamento de Cantabria. Para arrastrar votos hacia las urnas autonómicas desde el crédito que le proporciona estar al frente del único centro de poder importante que su partido gobierna en ... Cantabria y para proteger los intereses de Santander en el debate político regional. Ese es el argumentario oficioso, pero conviene explorar otros factores. Por ejemplo, cabe preguntarse si Gema Igual llegará a la Cámara dispuesta a asumir el mando en el PP si el partido fracasa en el objetivo de volver al Gobierno, máxime si la alcaldesa refuerza su liderazgo con una nueva victoria en Santander que le permita conservar el bastón de mando.
En el intenso debate en la cúpula del PP se ha impuesto la idea de incrustar un buen puñado de alcaldes y candidatos municipales en la lista autonómica, la fórmula que el PRC viene experimentando con éxito en las últimas legislaturas, y también la propia formación popular hasta hace poco. Esta vez el PP quiere lanzar un guiño a la Cantabria rural y presentar batalla en ese medio al regionalismo, al que percibe con la moral más quebradiza que en los últimos años.
Por lo que respecta a Gema Igual, transita el camino de sus antecesores. El último, Íñigo de la Serna, concurrió al Parlamento en 2015 como un mero 'oyente', esa era su propia definición, hasta que al año siguiente Rajoy le nombró ministro, tal como le había prometido. Ni siquiera intervenía cuando los adversarios, el Gobierno PRC/PSOE y Podemos, le atacaban a él y a su gestión en Santander. La defensa solía correr a cargo del diputado y alcalde de Arnuero José Manuel Igual, hermano de Gema, entonces lugarteniente de De la Serna en la corporación capitalina.
En el PP tienen interiorizado, unos más que otros, que nada será igual en el partido después del 28M. Para bien o para mal. Si vuelve al Gobierno, en alianza con Vox o con el PRC, pues a celebrar el éxito después de ocho años a la intemperie. Pero si toca asumir otros cuatro años en la oposición, resultaría insostenible que la presidenta María José Sáenz de Buruaga y su círculo de principales, que siguen en la lista, se mantengan como referentes del partido ante la opinión pública, en el control al Ejecutivo Revilla, en cada debate sobre el estado de la región de antes del verano, en cada discusión presupuestaria a final de año, como si no hubiera pasado nada.
En esas funestas circunstancias el PP tendría que enfrentar más pronto que tarde un relevo en la dirección. Con Íñigo de la Serna afincado en Madrid, no aparece otra alternativa realista que la de Gema Igual. Y cuando ella reclama y consigue un puesto de honor en la candidatura autonómica adquiere un compromiso con el partido en la política regional. Bueno, habría que ver qué piensa Núñez Feijóo.
Para asumir el liderazgo partidario, un requisito básico, claro, sería demostrar su poderío en las urnas de Santander. Porque, dicho sea de paso, a Gema Igual no le faltan críticos que sostienen que se empeña en tener un escaño en el Parlamento como refugio por si la desalojan del poder en la capital.
En fin, las candidaturas autonómicas revelan los escenarios que manejan los partidos después de las elecciones. Por ejemplo, el PSOE se niega a contemplar la posibilidad de verse apeado del Gobierno de coalición con el PRC. Nadie de la lista socialista se ha curtido en la oposición. Ni Pablo Zuloaga, ni sus consejeros en el Ejecutivo, ni la portavoz Noelia Cobo que pondera los éxitos de la gestión gubernamental ni desde luego Joaquín Gómez, que debutó en el Parlamento como presidente y al que es difícil visualizar cambiando su alta función institucional por la pelea en el barro con los adversarios políticos. Todo se andaría si no queda más remedio.
En el PRC, sin embargo, la candidatura autonómica plagada de alcaldes que Revilla compone de su puño y letra contempla las eventualidades de futuro, más allá de ganar o perder en las urnas. En la lista están en primera fila los 'sospechosos habituales' –los Marcano, el padre antes que el hijo, Paula Fernández y Guillermo Blanco–, y también algún tapado, como aspirantes a suceder al gran jefe en algún momento o a seguir calentando banquillo.
En los partidos pequeños las expectativas y los huecos son más escasos. En Ciudadanos no hay gran pelea para concurrir a los comicios del milagro o del funeral, en Unidas Podemos bastante tienen con eludir las divisiones que deterioran a la coalición en toda España. Y en Vox, la disciplina vertical, casi militar, desde el general Abascal en Madrid hasta el último soldado de provincias, de la que tanto han presumido, ya se ha visto que no funciona en cuanto las conspiraciones internas han florecido y las expectativas personales se han visto defraudadas a lo largo de un proceso largo y destructivo que puede hacer a Vox mucho daño en las urnas.
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