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Todos los primeros lunes de mes, la presidenta Sáenz de Buruaga comparece en el Parlamento de Cantabria para responder a las preguntas de los grupos de la oposición. Unas veces ellos tratan de hurgar en las heridas y ella intenta enmendar en lo posible los ... errores y fiascos de los consejeros: las listas de espera en la sanidad, la inacción industrial, los tropiezos en la gestión del turismo o la ganadería. Otras veces entran en discusión asuntos vinculados a la gestión global del Gobierno, como esta semana; el PSOE le reprocha el desplome de la licitación de obra pública y con el PRC se intercambian los méritos y las críticas, según estén uno u otro gobernando o en la oposición, a cuenta del lentísimo avance del desarrollo eólico en Cantabria.
Para el Ejecutivo en minoría que preside Buruaga la defensa es más difícil y laboriosa desde que con el nuevo año el PRC aumentó en dos o tres tonos el volumen de su discurso como partido de la oposición, después de un primer semestre de la legislatura de generosa cortesía con el PP gobernante, al que apoyó desde la investidura de la presidenta hasta los Presupuestos del año en curso, incluidas la rebaja fiscal o la Ley del Suelo.
Con el giro político del PRC, al lado del PSOE siempre contra el PP y del desairado Vox, al que Buruaga negó la entrada en el Gobierno, la alianza de los partidos de la oposición le han hecho perder al Ejecutivo popular un buen puñado de votaciones en la Cámara, entre ellas las que han significado la reprobación de dos consejeros: el de Ganadería, Pablo Palencia, por su discutida gestión de las ayudas de la PAC, y el de Salud, César Pascual, por sus singulares posicionamientos en torno a la sanidad pública en asuntos como las listas de espera o los consultorios rurales.
Es inevitable que los errores evitables o las polémicas ruidosas como la del impago del Plan de Sostenibilidad Turística de Santillana del Mar, en estos días, trasciendan al debate político, a los medios, a las tertulias y a la conversación pública, donde se constata una cierta devaluación del ejercicio gubernamental. Un paisaje preocupante cuando apenas faltan unas semanas para que se cumpla un año desde la victoria contundente del PP en las elecciones autonómicas y del acceso al poder y no es descartable que la ofensiva de la oposición contra el Gobierno se intensifique en las próximas semanas hasta llegar al Debate sobre Orientación Política, el 24 de junio, que es para el Gobierno el principal examen del año junto al de los Presupuestos en diciembre.
Una cascada de revolcones en la votación de las propuestas de resolución del también llamado Debate sobre el Estado de la Región (se presentaron 408 en el último celebrado en 2022, este año puede acotarse la cifra máxima) reflejaría una visible debilidad del Ejecutivo en minoría.
En el PP no preocupa más de la cuenta, o eso dicen, la prueba que supone el debate de junio. Es más, esperan encontrarse al PRC constructivo de la investidura y los Presupuestos, y no a un adversario hostil. Ni siquiera saben si la voz regionalista será la de quien es todavía su líder, Miguel Ángel Revilla, o alguno de sus colaboradores. Los populares reconocen y agradecen la altura política mostrada por el PRC a la hora de facilitar el relevo en el poder, pero hasta ahí. Nada de pactos estables, ni con el PRC ni con Vox. A menos de que la situación se vuelva insostenible.
En el giro regionalista hacia una mayor exigencia al Ejecutivo hay un aviso tácito al PP de lo difícil que puede resultarle gobernar en minoría sin un socio fiable como ha demostrado ser el PRC. Todo a su debido tiempo. Antes hay que resolver la papeleta de la sucesión de Revilla. A ver si en la asamblea de dirigentes del 25 de mayo el gran líder revela algo de sus planes de relevo, en principio nunca antes de final de año. Mientras tanto, el partido modula su discurso político. Críticas a los errores groseros del Gobierno y buena actitud para apoyar los asuntos trascendentales, desde los grandes proyectos en marcha como La Pasiega, el Mupac o las reivindicaciones al Estado hasta el buen trato a los municipios y a sus alcaldes.
Este es un tema sagrado que las dos grandes formaciones, PP y PRC, tienen muy en cuenta para que los encontronazos parlamentarios no pasen a mayores. La treintena larga de alcaldes regionalistas es el mayor tesoro de su partido y ninguna guerra con el Gobierno del PP que pueda alterar su estabilidad estaría justificada.
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