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Yde repente, cambio de planes en la política cántabra. A estas alturas, normalmente el Parlamento cántabro estaría consumiendo los minutos de la basura con los ... debates manoseados a lo largo de la legislatura, con alguna ley rezagada y con algún asunto nuevo, pero menor. Sin embargo, lo que hay es una discusión de alto voltaje sobre los escándalos de las últimas semanas: los trenes que no caben en los túneles, los contratos irregulares de la directora de Juventud y, sobre todo, la trama de corrupción en la Consejería de Obras Públicas. Cuando tendrían que estar dedicados a cantar las bondades de su gestión a once semanas de las elecciones, Revilla y su Gobierno de coalición no tienen más remedio que ponerse a la defensiva, acosados por el clamor ciudadano y por la oposición de PP, Vox y Ciudadanos, que operan con gran intensidad, aunque con registros diferentes.
Cuando a finales de octubre, Revilla por fin confirmó, con su poquito de suspense, que sería una vez más el candidato del PRC en los comicios autonómicos, seguramente no se imaginaba ni en sus peores pesadillas que llegaría a la campaña acorralado por tantas calamidades. O sea, como para haberse quedado en casa, por más que esté enganchado a la política y que su partido le necesite tanto como siempre. No es que ahora esperase tirar cohetes, pero la pandemia estaba superada mal que bien, y era el momento de lucir los buenos indicadores económicos y camuflar los malos, de vender los primeros pasos de La Pasiega y el Mupac, los avances de las infraestructuras comprometidas en el 'papeluco' firmado con el Gobierno Sánchez, de celebrar las mejoras en el Puerto o los fastos inaugurales del Año Santo Lebaniego. En su lugar, lo que toca es bajar a las trincheras a defender la posición, muy amenazada.
Hace mucho que el regionalismo no llega a una campaña electoral tan preocupado, puede que desde los tiempos convulsos de Juan Hormaechea. Porque lo de 2011 fue otra cosa: entonces el 'tsunami' del PP en toda España y la mayoría absoluta de Ignacio Diego en Cantabria eran imparables, pero el PRC contabilizó en las urnas autonómicas 100.000 votos y 12 escaños, lo mismo que cuatro años antes y que cuatro después. O sea, sus cifras estables hasta que en 2019 se disparó hasta las 123.000 papeletas y 14, casi 15, diputados.
Ahora las encuestas pronostican una victoria del PP, antes incluso de trascender la trama corrupta de Obras Públicas. Algún sondeo augura que PP y Vox pueden sumar la mayoría de 18 de los 35 escaños del Parlamento, aunque son más los que se la dan todavía al PRC con su aliado subalterno de siempre, el PSOE, e incluso con un tercero, Unidas Podemos, si es que vuelve a la Cámara.
La oposición de PP, Ciudadanos y Vox se emplea a fondo contra el Ejecutivo regional en la secuencia de escándalos, más aún en este último de las carreteras, pero las estrategias varían. Vox va con todo, lleva el caso a los tribunales y extiende las sospechas de corrupción al conjunto de la Administración, Ciudadanos afirma que la podredumbre viene de muy lejos y pide a la Fiscalía que investigue el aviso de la delegada del Gobierno, Ainoa Quiñones, al presidente Revilla sobre la operación en Obras Públicas, y el PP critica con dureza a Revilla y a su Gobierno, pero hasta ahora ha mantenido su discurso en el plano político. Lo que los populares llaman una oposición constructiva resulta para Vox y Ciudadanos algo blandita. Ambos partidos reprochan al PP que haya rechazado una comisión de investigación porque la ve inviable por la inminente disolución del Parlamento, y eso que seguramente será el principal beneficiario de esta ofensiva. En el aire queda la posibilidad tan rumoreada de un pacto PP/PRC tras las elecciones, pero la violencia dialéctica de esta precampaña hace aún más difícil ese entendimiento.
El presidente Revilla intenta sacudir el pesimismo y los nervios que atenazan al PRC. Su doctrina, rápidamente adoptada por la cúpula regionalista, es que el electorado cántabro va a valorar muy positivamente la firmeza del Gobierno y del partido contra la corrupción.
Ahora se trata también de mostrar el músculo y la cohesión del partido en los momentos difíciles. Por ejemplo, en el homenaje de hoy al ya exconsejero Gochicoa, un acto muy criticado fuera del regionalismo. Si Gochicoa falló en el control y no se enteró de la trama que era la comidilla de las empresas del sector, según el presidente de la CEOE, Enrique Conde; si nada supo de las andanzas del funcionario detenido ni del subdirector de Carreteras que acaba de cesar antes de irse, resulta extemporánea una comida multitudinaria de desagravio, en plena vorágine del caso que exige una rigurosa investigación, ojo, de los últimos veinte años en Obras Públicas. Pero Revilla no se para en barras, utiliza todos los recursos disponibles para movilizar a los suyos y se viene arriba en el umbral de la campaña. Ahí queda su desafío al PP a contar los votos de unos y otros en la noche electoral del 28 de mayo.
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