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Al PSOE cántabro que ya lidera Pedro Casares le toca pasar de las musas al teatro, a lo que realmente importa. El debate interno es intenso, entretenido, movilizador, pero de lo que se trata ahora es de poner a punto al partido para pelear con las demás fuerzas políticas en la primavera de 2027 y obtener un buen rendimiento, y eso ya no está tan claro.
Casares dedica estos días a armar el 'puzzle' de la ejecutiva que presentará al congreso con la adecuada proporción de jóvenes, históricos, alcaldes, cuotas territoriales… ... Para el cargo más o menos honorífico de presidenta del partido tiene disponible a Lola Gorostiaga, la secretaria general con la que creció como dirigente; también a su sucesora, Eva Díaz Tezanos, a la que pidió perdón por el mal trato que la dispensaron cuando perdió el poder en 2017, pero entonces Díaz Tezanos no aceptó la presidencia que le ofreció Pablo Zuloaga. Y para el cargo de secretario de organización, indispensable y a veces antipático, ya ejerce en los agitados prolegómenos del XV Congreso el alcalde de Cartes, Agustín Molleda, quien ya formó parte del primer núcleo duro de Zuloaga, pero salió tarifando pronto y sin muchas explicaciones.
El delicado traspaso de poderes afecta al grupo parlamentario del PSOE en la oposición. Ocho diputados y sólo uno afín a Casares, Mario Iglesias, dotado de un olfato y un sentido de la orientación francamente notables: se hizo visible como director de Deportes nombrado por Zuloaga, que luego le reservó uno de los puestos nobles de la candidatura autonómica en 2023 y ahora ha sabido apostar por el bando ganador en las primarias. Al buen tino de Iglesias, y de Incera, para cambiar de equipo lo llaman los 'zuloagas' deslealtad. En el Parlamento hay diputados reciclables y otros no. Entre los primeros, la exconsejera Ana Belén Álvarez, bien considerada en todos los partidos.
En estos trances salen a relucir los términos de la mano tendida, la generosidad de los vencedores y la integración de los vencidos. La idea es bienintencionada, pero dentro de un orden: 'Generosidad, la justa. Si queremos cambiar el partido tiene que notarse quiénes hemos ganado y quiénes han perdido', reza el argumentario de las internas de ayer, de hoy y de siempre.
El cambio de modelo partidario es uno de los objetos de debate en las primarias. En muy buena medida, el modelo del PSOE cántabro está consolidado desde 2003: ser el socio subordinado del PRC de Revilla en los sucesivos Gobiernos de coalición. Con Díaz Tezanos los socialistas se quedaron con cinco diputados, pero todavía gestionaban el 80% de los Presupuestos. Con Zuloaga subieron a siete escaños y bajaron al 60% de las cuentas, obligados a ceder la educación al PRC, una puñalada en el corazón para muchos dirigentes y militantes del PSOE. Y en 2023, con ocho escaños y otros tantos el PRC, ya no hubo mayoría. Para 2027, con Revilla en retirada, la suma en la Cámara se antoja lejana, como el crecimiento en los ayuntamientos.
Pedro Casares ha ganado las primarias con mucho mérito. Frente al poder establecido del secretario general, Pablo Zuloaga, que además contaba con el apoyo de Ferraz, el aspirante se ha impuesto con cinco puntos largos de ventaja. Desde esa condición de rotundo vencedor y nuevo líder de los socialistas cántabros resulta inquietante la prudencia que muestra Casares sobre la posibilidad de ser el candidato del PSOE a la Presidencia del Gobierno de Cantabria. Su apelación a respetar los tiempos estatutarios antes de pronunciarse resulta una coartada no muy convincente, aunque sus partidarios más entregados prefieren no tomárselo en cuenta. Siempre es posible emitir señales y lanzar guiños de que estará dispuesto a subirse al cartel electoral en la primavera de 2027, pero eso no ha sucedido.
Tal vez en el inminente Congreso Regional Pedro Casares pueda mostrarse más elocuente, pero su fama de buen estratega autoriza a pensar que tiene en cuenta todas las variables: si le será posible recomponer su carrera en Madrid, si hay que observar cómo evolucionan las tendencias de la política nacional con el PSOE de Pedro Sánchez, el PP de Alberto Núñez Feijóo y las demás fuerzas –que siempre tienen reflejo en Cantabria–, si podrán salir o no las cuentas del PSOE con el PRC del futuro, si el Gobierno Buruaga se desgasta o mejora sus perspectivas… En definitiva, si es una apuesta razonable encabezar la candidatura autonómica del PSOE o le conviene uno de esos liderazgos compartidos que predica, como la discutible bicefalia santanderina. O sea, mandar un propio a la candidatura autonómica, tal que Javier Incera, Ainoa Quiñones o Susana Herrán, o a algún otro que se deje. La incógnita de Casares se despejará tarde o temprano, pero tanta cautela en el nuevo paladín del PSOE no resulta muy estimulante para el partido.
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