Secciones
Servicios
Destacamos
Treinta y cuatro días otorgó la presidenta del Congreso, Francina Armengol, a Alberto Núñez Feijóo para negociar su investidura. Un tiempo suficiente para reforzar su empaque de estadista o demasiado largo si en el camino su liderazgo se desgasta más de lo que puede tolerar. ... En público, el PP arropa voluntariosamente a Feijóo, también en Cantabria desde la presidenta Buruaga hasta el último militante, aunque en voz baja surgen muchas dudas sobre los beneficios de este trámite en el que las posibilidades de que el candidato capte los cuatro votos que le faltan para la mayoría de 176 diputados del Congreso son más bien remotas. Al menos esperan que Feijóo gane crédito político frente a Pedro Sánchez, rendido a Puigdemont y a todos los independentismos, ante la indignación de los históricos del PSOE por la profunda crisis del modelo de Estado que se vislumbra en el horizonte.
El Rey concedió a Feijóo la oportunidad de buscar la investidura por ser el candidato más votado en las elecciones. El problema es que el PP y su líder fueron percibidos como perdedores por muchos ciudadanos; o peor aún, han sido tratados como perdedores en una sucesión interminable de desaires, desplantes y portazos: desde Pedro Sánchez y el PSOE, naturalmente, hasta el Sumar de Yolanda Díaz, los vascos del PNV y Bildu, los catalanes de ERC y Junts… Hasta Vox y Santiago Abascal les dejaron tirados en la configuración de la Mesa del Congreso.
Desde el 23-J hemos leído y oído las inquietudes que acechan al PP en torno al líder Feijóo: que si hace falta convocar un congreso extraordinario para apuntalar su liderazgo, que si hay que purgar la ineficiente cúpula directiva del partido, que si hay que fichar nuevos estrategas que corrijan el rumbo político y electoral…
En efecto, algo habría que hacer para poner coto a las incesantes contradicciones que se producen en el discurso del PP. Sólo en los últimos tiempos: Feijóo se reúne con Sánchez para proponerle un Gobierno de dos años y seis pactos de Estado e Isabel Díaz Ayuso deja caer que es un gesto 'bisoño'. Otro día, González Pons, y a continuación el propio Feijóo, legitiman a Junts como un interlocutor legítimo en la negociación de investidura y tiene que salir casi un cadáver del PP catalán, Alejandro Fernández, a decir que Puigdemont y su partido son enemigos de España con los que no hay nada que despachar, que es lo que opina la mayoría de los votantes del PP, así que Feijóo ha terminado por dar una confusa marcha atrás. De pronto, Íñigo Urkullu saca de nuevo a pasear su propuesta de reinterpretación constitucional hacia un Estado plurinacional y el portavoz popular Borja Semper y el presidente gallego Alfonso Rueda se muestran por lo menos tan ambiguos como el lehendakari. En fin, Juan Manuel Moreno Bonilla y luego Feijóo proclamaron que había que ignorar drásticamente a Vox, que no le iban a pasar una, y finalmente se resignan al pacto en Murcia para evitar la repetición de elecciones. Un bandazo más en las inestables relaciones de los dos partidos de la derecha.
Cuando Feijóo concluya, previsiblemente sin éxito, su intento de investidura le tocará el turno a Pedro Sánchez, que entre el ruido de los dimes y diretes deja entrever que la operación está bien encaminada. En última instancia, Feijóo siempre le podría proponer al candidato socialista que ahí están los votos del PP para no tener que someterse al chantaje de los independentismos sobre la amnistía, la autodeterminación, el chorro de dinero y lo que haga falta. Sería un ejercicio de responsabilidad en una situación de emergencia, pero no es muy probable andar ese camino con Sánchez, que ha construido su carrera política sobre el 'no es no' al PP y no le ha ido nada mal. Los viejos socialistas, González, Guerra, Jáuregui, Redondo Terreros… aprietan a Sánchez por su entreguismo a los separatistas, pero no es probable que su influencia alcance para alterar la disciplina de voto en la investidura. El sanchismo ni se inmuta con el rechazo del Tribunal Supremo a la amnistía, ya saldrá el Constitucional de Conde-Pumpido a echar una mano.
En el PP observan con poca fe la posibilidad de que la negociación de Sánchez a múltiples bandas no florezca y haya que ir a nuevas elecciones. Nadie las quiere, tampoco Junts. Por si hay alguna duda, ya ha ido la vicepresidenta en funciones, Yolanda Díaz, a rendirle pleitesía genuflexa a Puigdemont, que en vísperas de la Diada ha vivido su mayor éxtasis político desde que se fugó de España escondido en el maletero del coche de su mujer en 2017.
Los populares creen que la apuesta más segura es la de una legislatura corta porque nadie, ni el atrevido Sánchez, será capaz de gobernar mucho tiempo poniendo de acuerdo a todos sus aliados todos los días, y se irá cociendo poco a poco en su propia salsa del aventurerismo político. Las elecciones a corto o medio plazo es un pronóstico muy generalizado, pero a lo mejor falla como las encuestas del 23-J.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Fallece un hombre tras caer al río con su tractor en un pueblo de Segovia
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.