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La historia se repite… o no. Hace doce años, un sábado de junio como ayer, en la constitución de los ayuntamientos se disponían a tomar posesión del cargo 56 alcaldes del PP, más de la mitad de los 102 de Cantabria, entre ellos Íñigo de ... la Serna, con una estratosférica mayoría de 18 de 27 ediles en Santander, e Ildefonso Calderón, regidor de una plaza tan difícil para su partido como Torrelavega. Tres semanas atrás, el PP liderado por Ignacio Diego había logrado una histórica mayoría absoluta de 20 diputados en las urnas autonómicas, así que los populares cántabros alcanzaban en aquellos días una cuota de poder inédita. En las elecciones generales de noviembre pondrían la guinda a la imparable ola popular con el récord de cuatro de los cinco escaños que el Congreso asigna a Cantabria, en la contundente mayoría absoluta de Mariano Rajoy.
El PP cántabro dominante en todas las instancias políticas, creyó entonces, con justificado optimismo, que estaba en el inicio de un largo ciclo de poder. No fue así, claro: sólo cuatro años después se produjo un tremendo descalabro en los comicios autonómicos que le ha tenido postrado en la oposición hasta ahora.
La terrible crisis económica, los drásticos recortes, la austeridad antipática impuesta por el Gobierno Diego en todas las instancias –los alcaldes populares más veteranos todavía recuerdan con bochorno cómo fueron obligados a votar a favor de que les redujeran drásticamente los fondos destinados a sus municipios–, la táctica del PP de hacerle la oposición a la oposición PRC/PSOE, el debate agrio a todas horas, el autoritarismo rayano en los malos modales… no podía salir gratis. En 2015 llegó la debacle del PP. De 20 escaños a 13 y a la oposición. Revilla, tras fracasar dos veces en 2011, en las regionales y en las generales, con 68 años ya, aprovechó el tiempo en la oposición para frecuentar las televisiones y vender libros hasta lograr más popularidad de la que nunca había tenido y volver al Gobierno con sus aliados socialistas. Desde entonces, dos legislaturas en el poder, un gran triunfo en 2019 y ahora un castigo sin precedentes en el final de su larga y distinguida carrera política.
El viento que ahora sopla a favor del PP no es el 'tsunami' de 2011, pero rinde sus frutos. Vuelve a ser el primer partido de Cantabria con la victoria en los comicios autonómicos de María José Sáenz de Buruaga, sin mayoría pero rotunda, y en los municipales, con mayorías absolutas importantes como las de Gema Igual en Santander, Diego Movellán en Camargo o Carlos Caramés en Piélagos, con el debutante Miguel Ángel Vargas como meritorio vencedor en Torrelavega, aunque no vaya a gobernar, y la cuarentena de regidores que ayer tomaron sus varas de mando. Y es bastante probable que dentro de cinco semanas Alberto Núñez Feijóo complete la reconquista del poder del PP en el Gobierno de España.
El PP cántabro acaricia la idea de estar al frente de la política cántabra durante una larga etapa. Gobernar en minoría no es, desde luego, la fórmula más cómoda, ya se han visto las complicaciones surgidas para asegurar la investidura. El PRC ha apretado más de lo que parecía al principio y Vox, crecido por los pactos alcanzados en muchos territorios, presenta al PP cántabro como un cómplice de la corrupción regionalista. Feijóo homologa y aplaude el acuerdo de investidura, Buruaga niega peajes o ataduras y promete todos los días que auditará la podredumbre en Obras Públicas, pero no todos en el PP apoyan que haya tratos con el PRC. Un problemita de cara al 23J.
Los populares confían en su programa de gobierno, abierto a la confluencia con otras fuerzas. ¿Se va a oponer Vox a la rebaja de impuestos que postula el Gobierno regional? ¿No va apoyar el PRC la conclusión en tres años del proyecto de La Pasiega? ¿Cargarán contra el pacto por la sanidad que impulsará la presidenta Buruaga, especialmente sensible en esta materia?, se preguntan voluntariosamente en la cúpula del PP.
Hay algunos otros factores que operan a favor de la consolidación del PP en el poder. No se advierte en el horizonte una crisis económica de una magnitud comparable a la que se desató en 2008 y el panorama político es propicio. El principal rival, el PRC, debe hacer frente al desplome sufrido y a la difícil sucesión de Revilla, ya con 80 años cumplidos. El sueño del regionalismo de convertirse en un partido hegemónico al estilo del PNV en el País Vasco ha tenido un despertar doloroso. Tampoco el PSOE, independientemente de cómo le vaya en las generales, está en condiciones de convertirse pronto en un aspirante al poder después de tantos años subordinado al PRC. Y con respecto a Vox ya se verá cómo evolucionan las relaciones en esa 'geometría variable' que el PP maneja para gobernar en solitario con acuerdos puntuales. Mantener la estabilidad con un Ejecutivo en minoría no es fácil, pero el PP está autorizado a mirar el futuro con cierto optimismo.
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