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Hace ya muchos meses que todos los sondeos, a excepción de los del CIS del paisano José Félix Tezanos, siempre tan servicial con el PSOE ... de Pedro Sánchez, auguran que PP y Vox sumarían una holgada mayoría en unas hipotéticas elecciones generales y sin embargo los dos partidos de la derecha, la moderada y la radical, nunca han estado más lejos de un acuerdo de alcance nacional por la distancia política e ideológica que les separa. En Cantabria, sin embargo, los dos partidos, que nunca han sido socios estables como ha sucedido en otras regiones, a veces encuentran vías de entendimiento cuando al Ejecutivo Buruaga le falla el apoyo del PRC.
Vox rompió en verano los acuerdos suscritos con el PP en cinco comunidades por el reparto de los menores migrantes, pero fue más bien una maniobra estratégica del partido de Abascal en un asunto en que las dos fuerzas manejaban criterios no demasiado distintos, con diferencias de mayor o menor rango que no supondrían en el futuro una fractura ineludible.
Nada que ver con lo que sucede en este nuevo escenario internacional marcado por el segundo mandato de Donald Trump en Estados Unidos. La adscripción fervorosa de Vox al grupo Patriots con Orban, Le Pen o Milei, al club de fans de Trump, de Musk y Bannon con sus saludos nazis, al apoyo tácito a Putin en su invasión a Ucrania y al rechazo de una Europa unida dificultan la opción de un pacto futuro entre Santiago Abascal y Alberto Núñez Feijóo.
Pedro Sánchez y el PSOE, cada vez que pueden, rescatan la idea de que PP y Vox son casi una misma cosa, que su alianza es un peligro para la democracia, pero por lo 'bajini' celebran sus crecientes divergencias ideológicas, que hacen mucho más difícil la alternancia política en España.
Al PP le queda la esperanza de que un sector importante de los votantes que se le han ido en estos años con destino a Vox vuelvan al redil popular como respuesta a la senda ultra que marca Abascal. Es pronto para evaluar las tendencias, pero de momento los sondeos no detectan tal arrepentimiento.
En Cantabria, Vox no parece tan pendiente de la deriva internacional del partido como de los asuntos domésticos. En el Parlamento, con Leticia Díaz al frente, celebran una cierta pacificación interna y atienden el trabajo con sus tres diputados, luego de que Cristóbal Palacio abandonase el partido, pero no el escaño. Ahí permanece en soledad, decora el acceso a su despacho con un colorido muy comentado, confraterniza con el PP y contacta con otros ilustres desahuciados en Vox, en ese observatorio que comanda Iván Espinosa de los Monteros con objetivos inciertos en el futuro de la política nacional.
Vox saca pecho con su situación política que, a veces, le permite ser la llave del debate con el PP gobernante o con la oposición. Pactó meses atrás con el partido del Gobierno la derogación de la Ley de Memoria Histórica, pendiente de recurso ante el Tribunal Constitucional, y apoya ahora la discutida Ley de Simplificación Administrativa. A Vox no le gustaba ni poco ni mucho el contenido de la norma de ambiciones multidisciplinarias, pero no ha perdido la oportunidad de hacerse con el papel de aliado gubernamental que en otros temas importantes desempeña el PRC.
El partido de la derecha radical es consciente de que esta ley tiene una importancia política y socioeconómica muy grande para el Gobierno, tanto es así que el epígrafe de Simplificación Administrativa forma parte de la denominación oficial de la consejería responsable, junto a las demás áreas de Presidencia, Justicia y Seguridad. Esta ley, sostiene Vox, es el primer gran asunto que el Ejecutivo de Buruaga puede llamar propio después de cargar con otros proyectos heredados como La Pasiega o el Mupac.
Por trascendental que resulte la alianza legislativa en la agilización administrativa que propone el Gobierno, Vox aclara que se trata de un apoyo puntual, que en muchas ocasiones ha votado y votará en el Parlamento con el PP gobernante, pero en otros temas se posicionará con los otros dos grupos de la oposición, PRC y PSOE. Sin ir más lejos, la reciente iniciativa popular que defendía conmemorar la Transición decayó por la abstención de Vox, que siempre tiene presente la preferencia del Ejecutivo Buruaga por el PRC como socio más fiable desde el comienzo de la legislatura.
En Vox Cantabria no tienen muchos indicios de cómo evoluciona el partido, ni en el largo plazo de este periodo autonómico 2023-2027, con los sucesivos escándalos internos registrados en el Parlamento regional, ni tampoco en los últimos meses de realineamiento en el paisaje internacional. Tampoco se fían mucho de las encuestas, al decir de Leticia Díaz. Las únicas referencias en sondeos recientes pronostican que el único diputado cántabro en el Congreso, Emilio del Valle, mantendría su escaño en unas elecciones generales.
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