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Hace más de 40 años que los socialistas cántabros mantienen un conflicto interno por el mando del partido, siempre y en cualquier circunstancia, en el poder o en la oposición, con mayor o menor intensidad en la intriga y en el ruido mediático, lo mismo ... en los viejos congresos por delegaciones que en las modernas primarias.
Peleaban cuando Jaime Blanco ganaba las elecciones con dieciséis diputados, pero no alcanzaba para gobernar, y también cuando con Lola Gorostiaga o Eva Díaz Tezanos se quedaban con siete o con cinco escaños, pero hacían presidente a Revilla que les dejaba compartir el poder a cambio de saquearle votos en cada convocatoria electoral. En la reyerta por el control del partido a veces se buscaba un barniz ideológico: eran los guerristas frente a los renovadores o los nuevos socialdemócratas contra los guardianes de las esencias de la izquierda obrera y sindicalista.
Pugnaban los socialistas cántabros con Felipe González y Alfonso Guerra al mando, luego con Joaquín Almunia, con José Luis Rodríguez Zapatero, con el paisano Alfredo Pérez Rubalcaba y ahora con Pedro Sánchez. La eterna disputa entre los oficialistas y los críticos, con frecuentes trasvases a lo largo de los años.
Ahora ya no está muy claro quienes representan a la ortodoxia y quienes son los disidentes en los dos bandos, el del secretario general Pablo Zuloaga y el del diputado nacional Pedro Casares, quienes al rebufo del pujante Pedro Sánchez fueron aliados para desalojar de la dirección del partido a Eva Díaz Tezanos en 2017 y luego se distanciaron. Tampoco el sector crítico es el grupo compacto de antaño, cada cual elige su rumbo: Rosa Inés García forma parte del grupo de asesores de Zuloaga, Lola Gorostiaga está más cerca de Casares, Eva Díaz Tezanos se mantiene en una discreta segunda línea. Por citar tres mujeres muy influyentes en el PSOE cántabro en las últimas décadas. En los círculos y agrupaciones socialistas persiste el debate interno en torno a la manifiestamente mejorable situación del partido, pero hasta ahí, sin una alternativa organizada.
La pugna en el PSOE es de momento entre sanchistas, entre las facciones de Zuloaga y Casares, que compiten en las redes sociales a la hora de ponderar la gestión y los discursos del presidente y su Consejo de Ministros, incluidos los que justifican la entrega a los independentismos. Ahora también andan unos y otros a ver quién pesca más bolitas de plástico en las playas cántabras para calentar la campaña electoral gallega contra el PP, siguiendo las instrucciones de Ferraz.
En realidad, la adhesión al jefe puede ser un factor determinante para conseguir el apoyo de Madrid en la carrera por el liderazgo del socialismo cántabro, porque de méritos políticos y electorales van más bien justitos, o menos.
En las elecciones autonómicas, el PSOE de Zuloaga fue desalojado del poder por el PP vencedor y solo ganó uno de los nueve escaños que resignaron el declinante PRC y el desahuciado Ciudadanos, además de perder un puñado de ayuntamientos importantes. En Santander, el territorio de Pedro Casares, Ainoa Quiñones y Daniel Fernández, los socialistas no solo bajaron sino que la alcaldesa Gema Igual creció hasta alcanzar la mayoría absoluta. Y en Torrelavega fueron el tercer partido después de PP y PRC, lo que supone un revés muy serio en un feudo histórico del PSOE. Solo demostraron su tirón algunos de los potentes alcaldes del partido: Javier Incera (Colindres), Agustín Molleda (Cartes), Andrés Ruiz Moya (Suances) o Secundino Caso (Peñarrubia).
En teoría, falta bastante para el 15 Congreso Regional del PSOE de Cantabria, normalmente en la primavera de 2025, y todavía más para las elecciones autonómicas y municipales de 2027, pero el debate interno es cada vez más efervescente con especulaciones que evocan el estilo cortesano. Con el desalojo de Ainoa Quiñones de la Delegación del Gobierno para nombrar a Eugenia Gómez de Diego, en el grupo afín a Pablo Zuloaga dan por sentado que en Madrid ya han resuelto a favor de su paladín y que Pedro Casares, sanchista de primera hora cuando nadie conocía a Sánchez, cuando la militancia cántabra votaba más a Eduardo Madina en las primarias de 2014, ha perdido el favor del caudillo. Pero en el socialismo santanderino están seguros de que su abanderado Casares mantiene el predicamento desde su cargo de portavoz económico en el Congreso y como miembro de la ejecutiva federal.
Seguramente, en Moncloa y en Ferraz tienen que abordar algunos cientos de problemas antes de prestar un poco de atención al futuro del partido en Cantabria, pero los rumores y las escaramuzas irán a más. Con el futuro electoral no muy optimista que pinta para el PSOE en Cantabria, y vistos los antecedentes de cada cual, puede que Zuloaga tenga la ventaja que da la capacidad de resistencia. De momento se le ha visto dispuesto a aguantar el frío de la oposición, frente a la tendencia de Casares y Quiñones –a la espera de destino– a evitar la intemperie y buscar el calor de los cargos que hasta ahora les ha procurado Sánchez y su aparato.
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