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El cambio político operado en Cantabria tras las elecciones de mayo de 2023, con el retorno del PP al poder y el desalojo de la coalición PRC/PSOE, indujo o al menos precedió a una convulsión en el ámbito municipal desconocida en los años anteriores. ... Para empezar, la secuencia de mociones de censura en Rionansa, Voto, Santillana del Mar y Molledo, los vaivenes de Ampuero, la intrincada operación para la vuelta del PP en Cayón… No está mal en poco más de un año de legislatura, teniendo en cuenta que siete de cada diez alcaldes de Cantabria lo son por mayoría absoluta y están a salvo de estas emboscadas de las que han obtenido beneficio PP y PRC, con el PSOE más bien a verlas venir y con un notorio protagonismo de los grupos vecinales.
Tampoco han faltado turbulencias en el seno de la Federación de Municipios de Cantabria (FMC) que durante ocho años (2015-2023) fue un remanso de paz y unanimidad entre los tres grandes partidos (PP, PRC y PSOE), hasta tal punto que la mayoría de los asuntos ni siquiera era necesario votarlos. Tras las urnas, el PP volvió a ser el partido hegemónico por lo que pasó a presidir la FMC a través de Francisco Javier Camino, alcalde de Mazcuerras, tras el periodo de ocho años con Pablo Diestro, regidor regionalista de Reocín, al mando. No es que el clima de entendimiento haya saltado por los aires, pero el grado de armonía no es el mismo. Si antes la FMC era la que planteaba sus posiciones unánimes al Gobierno PRC/PSOE, ahora es más bien el Ejecutivo del PP el que, a través del consejero de turno, hace llegar sus planteamientos a la FMC. Las opiniones son diversas, también en el seno del PP: desde los que valoran la etapa anterior con su alto grado de consenso a los que opinan que entonces la asociación municipal era muy poco combativa con el Gobierno Revilla.
En todo caso, lo que está claro es que la unidad no es la misma en el debate municipal. En cualquier asunto emerge la discrepancia como, por ejemplo, en los límites de la Mancomunidad de los Valles Pasiegos que ahora se discute si deben extenderse desde las alturas del Castro Valnera hasta la playa de Mogro en Piélagos. O como el llamado 'tasazo' de las basuras que se propone imponer el Gobierno central, lo que promueve el caos, la confusión y las opiniones dispares de los gobiernos municipales y de los partidos que les representan en el Parlamento.
También la financiación municipal ha sido objeto de discusión. Los alcaldes del PRC llevaron a la asamblea del PRC un aumento de este capítulo que fue rechazado por la mayoría del PP, en un desacuerdo inédito en los últimos años. Por un momento pareció que se repetía una escena de la legislatura 2011-2015, tiempo de crisis, cuando el PP de Ignacio Diego en el poder obligó a sus sufridos alcaldes a apoyar el recorte de los fondos municipales. Esta vez no ha llegado la sangre al río, ha sido más bien una estrategia de presión regionalista en los días previos a la negociación de los Presupuestos de Cantabria 2025 que PP y PRC han pactado, también con un incremento de la financiación municipal.
Populares y regionalistas interpretan sus roles diferenciados en el mapa político municipal de Cantabria. El PP, de nuevo hegemónico con 50 alcaldías, exhibe su poderío y quisiera aumentarlo, mientras que el PRC, fuera del poder autonómico y en situación provisional por el incierto futuro del partido y de Revilla, tiene en su treintena de ayuntamientos su principal patrimonio que cuida lo mejor que puede en las negociaciones presupuestarias con el PP.
No es fácil predecir cómo evolucionarán las escaramuzas municipales de aquí al final de la legislatura. Como en cualquier organización política, en el PP conviven 'halcones' y 'palomas'. Unos quieren utilizar los recursos del poder regional para fichar un puñado de buenos alcaldes regionalistas cuando lleguen las elecciones, otros advierten que ese tipo de atrevidas maniobras de asalto a veces no salen bien, ni en las urnas ni en las posteriores alianzas.
Entre los alcaldes hay de todo, pero en general miran primero sus intereses y su territorio, la lealtad partidaria no siempre aparece. Un ejemplo: oímos decir estos días a José Antonio González Linares, uno de los superalcaldes del PRC –once concejales de once en sus mejores tiempos en el Ayuntamiento de San Felices de Buelna– que se va del PRC y que Revilla le ha abandonado, y la verdad, no suena nada justo, ni generoso ni elegante a estas alturas, cuando el regionalismo atraviesa tiempos difíciles. Como si el partido y su histórico líder no hubiesen aportado nada a la destacada trayectoria de González Linares en la política municipal.
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