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En la noche del domingo electoral se oyó el largo suspiro de alivio del PP cántabro por una holgada victoria que disipaba las dudas sobre la tibieza de la movilización en la campaña que amenazaba el resultado de las urnas europeas. El éxito electoral no ... le hará más fácil el Debate sobre el Estado de la Región al Gobierno en minoría que preside Buruaga, pero sí supone un margen de confianza al nuevo ciclo político que el PP lidera en Cantabria desde hace un año.
El Ejecutivo regional llega a la evaluación de fin de curso con un inventario desigual. Por cada buena noticia, hay también un jarro de agua fría. Una suerte de ducha escocesa. Si las cifras de empleo de Cantabria son reconfortantes, enseguida nos enteramos de que los precios se van a disparar este verano. Ni una cosa ni la otra dependen mucho de la política autónoma, aunque ya se sabe que todas las administraciones reclaman su cuota de mérito en los buenos indicadores y toman distancia cuando vienen mal dadas.
El hito de la rebaja fiscal es importante, pero el PIB no crece lo suficiente, el anuncio de nuevos proyectos industriales corre parejo con la incertidumbre sobre asuntos eternos como La Pasiega o el desarrollo eólico, el buen desempeño en la educación y las obras públicas convive con las vicisitudes de la atención sanitaria, los claroscuros del turismo o la gestión del medio rural descalificada por el Parlamento.
Y el balance negativo que hace la CEOE-Cepyme del primer año de gestión tiene como contrapunto el éxito del PP cántabro en las urnas europeas, el tercero en ese mismo periodo. En las autonómicas de mayo pasado, ganó con autoridad (48%), se hizo con el Gobierno y volvió a ser el primer partido municipal con 48 ayuntamientos. Las generales del 23J fueron más decepcionantes para el PP, que ganó (42,08%), pero no pasó del empate a dos diputados con el PSOE ni evitó un escaño de Vox. Ahora en las europeas anota un 42,7% de los votos, con la distorsión que supone la nueva ausencia del PRC en la competencia electoral, pero con el mérito añadido de ganar con gran autoridad no sólo frente al PSOE sino también ante otras dos fuerzas pujantes por la derecha, Vox y el grupo de Alvise. El PP ha ganado en 90 ayuntamientos y se le han escapado al PSOE un puñado de municipios, algunos importantes como Torrelavega, Castro Urdiales y El Astillero, precisamente donde la derecha radical le ha restado votos.
El PP entiende que las tres victorias electorales consecutivas en el plazo de doce meses supone un refrendo al cambio político operado en Cantabria después del largo periodo de la coalición PRC/PSOE en el poder. A partir de esa conclusión, el Gobierno Buruaga refuerza su entereza para afrontar el Debate de Orientación Política, en minoría frente a los tres grupos de la oposición, PRC, PSOE y Vox. La política es, también, un estado de ánimo.
El PSOE de Pablo Zuloaga pondera los resultados de su partido en las urnas con ese argumento expandido desde Ferraz de que han sido el dique de contención de la derecha y la ultraderecha, en España y también en Cantabria, donde ha cosechado el 31% de las papeletas, favorecido por la incomparecencia regionalista.
Podrían añadir Zuloaga y sus compañeros socialistas que con la candidatura europea liderada por Teresa Ribera –la que mima al lobo y abandona las costas, las playas y la industria electrointensiva, reprobada por el Parlamento regional– bastante han hecho con evitar el hundimiento en Cantabria, pero cualquiera se lo dice a quien puso a la vicepresidenta Ribera en todo lo alto de la lista. Los críticos con Zuloaga , en todo caso, subrayan el pobre rendimiento frente al PP y esperan que el Comité Regional exija explicaciones al respecto.
Tras las derrotas en las elecciones autonómicas del año pasado y en las gallegas del último febrero, Pedro Sánchez eludió su responsabilidad en el fracaso y cargó contra la debilidad de los liderazgos regionales del PSOE. Ahora lo ha vuelto a hacer tras perder las europeas. Sánchez ha señalado especialmente a los responsables de Madrid y Andalucía, dos comunidades importantes por sí mismas en el plano autonómico y también porque condicionan los resultados de las elecciones generales y europeas. Cantabria tiene una consideración más modesta, pero a su debido tiempo llegará el debate interno. Las dos familias políticas visibles, la del secretario general y portavoz parlamentario, Pablo Zuloaga, y la del diputado nacional y líder del partido en Santander, Pedro Casares, comparten la entrega a Sánchez y también unos resultados francamente mejorables: desalojados del poder autonómico, fracasados en la capital, menguados en el conjunto del mapa municipal. Habrá que ver si Sánchez y su aparato se conforman con el afecto y la disciplina de los dirigentes cántabros actuales y les dejará hacer en el partido o exigirá mejores resultados e intervendrá para intentarlo.
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