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A Vox Cantabria no le asignaron ninguna representación en la nueva ejecutiva nacional nombrada en la asamblea celebrada en Madrid el pasado fin de semana, porque en realidad las cosas funcionan al revés: es la cúpula del partido la que manda a Cantabria comisarios políticos ... a ver si consiguen que haya paz en el grupo parlamentario. De momento, sin éxito. En fin, la famosa disciplina vertical que provoca más problemas de los que soluciona.
La convención de Vox ha servido para reafirmar el liderazgo de Santiago Abascal, después de muchos dimes y diretes, y para cabalgar contradicciones, que diría Pablo Iglesias desde el otro extremo del espectro ideológico. Por ejemplo, el presidente argentino, Javier Milei, fue aclamado en el vídeo de saludo a la asamblea que cerró con su grito de guerra: ¡Viva la libertad, carajo!, el que proclama la reducción del Estado a la mínima expresión y el imperio del mercado, cuando Vox practica un discurso económico proteccionista y purga a los liberales que hasta hace poco proliferaban en su seno.
En el terreno puramente político, Vox gobierna o llega a acuerdos con el PP en un buen puñado de comunidades y al mismo tiempo acusa al partido de Alberto Núñez Feijóo de blanquear a Pedro Sánchez con una oposición blandengue, en lo que se refiere a la ley de la amnistía, en la renovación del Consejo General del Poder Judicial y en todas las maniobras que ilustran el golpe a la Constitución al que se aplica el sanchismo. Cada vez que Vox critica a Sánchez nunca se olvida de mandar un recadito al PP, así que el jefe socialista está encantado con la enfangada relación de la 'derechona'.
Los medios creen constatar el declive de Vox, y aluden a que su militancia se ha reducido muy sensiblemente, entre un tercio y la mitad del censo. El PP, naturalmente, se abona a la teoría y apuesta a que absorberá al partido de Abascal a lo largo de este 2024 tan intenso en las urnas.
En Vox Cantabria desmienten que el partido haya perdido vigor desde los buenos resultados que obtuvo en el ciclo electoral de 2023, aunque no hay cifras solventes sobre ello. Lo que no pueden negar es la división que se ha instalado en su grupo parlamentario de cuatro escaños: por un lado, Leticia Díaz, portavoz, y Natividad Pérez; por otro Cristóbal Palacio y Armando Blanco.
Emilio del Valle, diputado nacional, concejal en Santander y presidente regional de la formación, ha lamentado alguna vez sus dificultades para restablecer la paz en el partido. Semanas atrás, el vizcaíno Niko Gutiérrez, coordinador del grupo parlamentario, cayó en una de las escaramuzas que han sacudido al partido. Le sustituye como 'comisario político' Toni López, diputado por Lérida en el Parlament catalán, que envía Ignacio Garriga, nuevo número dos y hombre fuerte de Abascal en el partido.
Ya está López en la tarea de repartir juego y buscar equilibrios entre la portavoz Díaz, que hace valer su posición, y su lugarteniente Pérez, frente a los diputados Palacio y Blanco, que también reclaman su cuota de protagonismo. El desencuentro no ha desembocado de momento en una ruptura que a nadie conviene, tampoco en el importante aspecto pecuniario. La unidad en acción política y en el voto no se han alterado. Desde luego, nada tan virulento como el escandaloso episodio del Parlamento de Baleares entre los dos diputados fieles a la ortodoxia orgánica de Vox y los cinco díscolos más cercanos al PP, en un conflicto larvado durante largo tiempo que estalló en las horas siguientes a la asamblea nacional.
A la vista del conflicto de Baleares, el PP de Cantabria alude estos días al riesgo que habría supuesto para el partido de María José Sáenz de Buruaga alcanzar un acuerdo de gobernabilidad con Vox, la que prefería un sector del electorado al menos antes de constatar la división reinante entre sus parlamentarios. Los populares subrayan el acierto de haber pactado la investidura y los Presupuestos 2024 con el PRC de Revilla, que hasta el momento ha resultado más fiable.
A pocos días de la reanudación del debate político en el Parlamento, ni en Vox ni en el PP se perciben indicios de que pueda haber cambios en las relaciones entre ambos partidos. Vox ha exigido siempre a través de su sector dominante estar en el Ejecutivo Buruaga y, si no, competirá con el PSOE por ver quién es más duro en la oposición, que es lo que ha hecho en el primer semestre de la legislatura, mientras que el PP se propone mantener la gobernanza en solitario que predicó antes y después de las elecciones autonómicas: unas veces con el PRC, otras con Vox, las menos con los dos al tiempo y con el PSOE. O sea, con el grado de consenso que sea capaz de negociar.
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