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Hubo un tiempo no muy lejano en el que los socialistas cántabros se dividían entre los que querían combatir a Yolanda Díaz por verla muy capaz de robarles votos en beneficio de Unidas Podemos y los partidarios de ficharla porque podía pescar en el caladero ... de la izquierda radical a favor del PSOE. A estas alturas está bastante claro que las expectativas de unos y otros sobre Díaz eran muy exageradas. Ha desguazado a Podemos y de paso ha dejado tirado a quien la nombró sucesora, Pablo Iglesias, por ahora se mantiene como una muleta del Gobierno Sánchez, pero su liderazgo y el tirón electoral de Sumar están bajo mínimos. Para Yolanda Díaz, el PSOE sería hoy un buen refugio si no la considerasen casi un lastre, un arma de destrucción masiva, unas veces cuando contradice la acción política del Gobierno del que es vicepresidenta segunda y otras cuando se muestra incapaz de evitar que sus aliados catalanes de los Comunes se cargan de una tirada los presupuestos de Cataluña, los de España y los de Barcelona. En pleno ciclo electoral, Yolanda no suma y la izquierda radical que representa se desvanece dividida en toda España y también por supuesto en Cantabria.
Díaz no se ha quedado corta, desde luego, en su despliegue de gestos, ideas y ocurrencias: lo mismo alienta la subida del salario mínimo y la reforma laboral, ambas discutidas por Podemos, que visita dos veces al Papa de negro riguroso o que anuncia un viaje a Palestina contra la opinión del Gobierno. O negocia con Puigdemont en Ginebra o propone acotar los horarios de la hostelería y del ocio ciudadano...
La búsqueda de protagonismo de la estilosa vicepresidenta ha sido continua e incluso ha tenido algunas buenas valoraciones de imagen en los sondeos (bueno, eso también le pasaba a veces al amortizado Alberto Garzón cuando era el jefe de IU), pero en la hora decisiva de las urnas la impresión es que a Yolanda Díaz el electorado no se la toma en serio. En el estrepitoso fracaso en su Galicia natal lo único que no está claro es si no ha podido darse a conocer lo suficiente o es que ya la conocen demasiado.
Ahora al Sumar de Díaz le toca repartirse la miseria con Podemos en el País Vasco, luego en Cataluña los Comunes se la jugarán por su cuenta y a la baja y más tarde en las europeas corre el riesgo de que su gran enemiga, Irene Montero, salga mejor parada. El coro de analistas y gurús mediáticos que se fueron con Yolanda Díaz tras la fractura con Podemos disculpan benevolentes el varapalo gallego con el argumento de que la apuesta electoral era precipitada, que antes era necesario crear una plataforma confederal que sostenga la acción política en el conjunto de España.
Bien, en eso están. La asamblea 'fundacional' que Sumar ha celebrado antes de la Semana Santa tenía como objetivos básicos construir un discurso político diferenciado del PSOE, al que está subordinado en el Gobierno, y establecer la estructura del movimiento en toda España. La modesta participación, algo más de la mitad del censo, y el formato orgánico elegido no ayudan a reforzar el liderazgo de Yolanda Díaz. El modelo 'asimétrico' consagra que unos socios comen a la carta y otros se tienen que conformar con el menú del día. Más Madrid quiere gozar de autonomía política y/o como los Comunes y los de Compromís no quieren ser menos, como la Chunta aragonesa, el Mes balear o el Drago canario. El régimen general es para las autonomías menos relevantes, como Cantabria. Rosana Alonso, que ya fue una destacada dirigente de Podemos como diputada nacional en dos legislaturas (2016-2019) y secretaria general del partido en 2018, repite ahora como la principal referencia de Sumar en Cantabria, aunque su presencia política, es por el momento, tan limitada como en la etapa anterior. Más o menos lo mismo cabe decir de Podemos Cantabria que tiene por coordinadora a Mercedes González.
La izquierda radical no tiene presencia en el Parlamento de Cantabria y su representación se reduce a un puñado de ayuntamientos, entre ellos Santander, donde su único edil, Keruin P. Martínez, es el dirigente de mayor visibilidad en este segmento político y se le nota bastante escéptico con el proyecto de Sumar. Su actividad está centrada en la oposición en Santander, pero en nombre de su propio partido, Izquierda Unida, donde por cierto ahora asoman a nivel nacional tres facciones para optar a la sucesión que dejó vacante Alberto Garzón. Tras los dos fiascos electorales consecutivos de Podemos e IU en 2019 y 2023, por separado y juntos, las perspectivas para 2027 son muy poco estimulantes. La izquierda alternativa pasa desapercibida en la política regional, aunque cabe constatar el avance de los Cantabristas, que ya en mayo pasado lograron un 1,5% de los votos autonómicos. Muy lejos todavía del 5% que marca el acceso al Parlamento, pero no tanto del 1,9% que ha marcado Sumar en Galicia y mucho más fuerte que el 0,25% del agonizante Podemos en esa misma cita.
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