En el imaginario de las generaciones que crecieron entre la dictadura y la democracia, resuena un eslogan familiar: «¡Bienvenido el turista un millón!». Aquel fetichismo cuantitativo –contar millones de turistas, contar millones de pesetas– pudo tener su sentido en el tránsito de España hacia la ... modernidad. Sesenta años después, los reclamos ingeniosos han dado paso a una visión más adulta e integral: el turismo es un fenómeno social, cultural y económico que, como sucede con cualquier otro sector, debemos gobernar. Y gobernar significa potenciar sus fortalezas y reducir sus externalidades negativas. Gobernar el turismo es actuar políticamente sobre una realidad en constante cambio (el turismo está a merced del deseo voluble de los viajeros, de los ciclos económicos, de los desafíos climáticos y de la reconfiguración del tablero geopolítico) en la que el factor humano es fundamental. Gobernar es apostar por un modelo descartando otros. Es abrazar un turismo sostenible, humano y de calidad, y neutralizar el veneno de la masificación, la sobreexplotación de los recursos naturales o los abusos laborales.
Como uno de los países situados a la vanguardia mundial del turismo, tenemos una responsabilidad: liderar su transición hacia el futuro. Pasar de las palabras y los números a los hechos. Frente a los desafíos locales y globales, apoyada en la sólida base de la experiencia, la cooperación y las directrices de los objetivos de desarrollo de la ONU, España ha de ser una referencia –en Europa y fuera de ella– en convivencia entre residentes y turistas, en cohesión social y redistribución de la riqueza, en digitalización e inteligencia artificial y en potenciación de destinos sostenibles de alto valor añadido. No debemos engañarnos, no estamos frente a un horizonte despejado. Pero el turismo ha demostrado ser una de las actividades con mayor capacidad de adaptación a los nuevos tiempos. Superó la pandemia. Superó el episodio inflacionario. Está superando el recrudecimiento de los conflictos bélicos. No se rendirá a los cantos de sirena de la incipiente desglobalización.
El año 2023 fue histórico para la industria turística. En 2024 vamos camino de superarlo. No debemos ser triunfalistas ni complacientes, pero tampoco dejarnos arrastrar por un catastrofismo preventivo que caricaturiza más que clarifica. Las buenas noticias hay que celebrarlas. Que cada año millones de viajeros elijan España para disfrutar de sus vacaciones es un éxito del que no todos los países –incluso de nuestro entorno occidental– pueden presumir. En los cinco primeros meses de 2024, el gasto de los turistas internacionales ha crecido un 21,8% respecto al mismo periodo del año pasado. Más de 43.200 millones de gasto en destino que significa que España no solo es un destino innovador, sino que está dejando atrás conceptos obsoletos como el de temporada baja o vacaciones de sol y playa. La llegada de turistas foráneos también ha experimentado un fuerte aumento de un 13,6% que, aunque menor que el gasto, sugiere un cambio de modelo hacia la desestacionalización de los flujos (y los destinos). Son números que materializan el idilio creciente de los turistas internacionales con un abanico de ofertas competitivas centradas en la sostenibilidad y la calidad.
Pero si notables son las cifras de crecimiento del turismo internacional, todavía lo son más las cifras de empleo. El sector turístico es uno de los principales motores de nuestro mercado laboral. En mayo, último mes con datos oficiales, los afiliados a la Seguridad Social vinculados a actividades turísticas rozaron los tres millones. Hoy, el 13,6% de los trabajadores de la economía nacional trabajan en la industria del turismo. Trabajadores que, lejos de caricaturas del pasado, son, cada vez más, empleados cualificados y correctamente remunerados. Uno de los objetivos de la transformación del turismo es la redistribución de sus beneficios, y el aumento de trabajadores –con un crecimiento más que notable de los asalariados con contrato indefinido– es la mejor expresión de este cambio de modelo: puestos de trabajo mejor garantizados y empleados más formados para situar la excelencia en el centro de todas las etapas de la cadena de valor del turismo.
Decía al principio que debemos cumplir con el mandato político de gobernar el turismo. Nos lo reclaman los ciudadanos y forma parte de los compromisos internacionales de España tanto con la Unión Europea como con ONU turismo y la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible. Una gobernanza que ha de girar en torno a la colaboración de las administraciones públicas –Estado, comunidades autónomas, entidades locales y diputaciones– con el sector privado (representantes de la CEOE, Cámaras de Comercio, sindicatos y profesionales de prestigio). Del diálogo fluido y honesto entre todos deben salir las propuestas para la transformación inteligente del turismo. En este sentido, el Gobierno central tiene un papel esencial como garante del interés general y como impulsor de programas transformadores.
Sucedió durante la pandemia, cuando desplegamos el mayor paquete de reformas que se ha llevado a cabo en nuestro país para este sector, a través de los Fondos Next Generation y del Plan de Modernización y Competitividad del Sector Turístico, con una inversión de 3.400 millones de euros. Y sucede ahora, cuando la industria turística se enfrenta al reto de la gestión eficiente y justa de la sobreabundancia y la ordenación de la convivencia. A las ayudas de 96 millones para la transformación digital del turismo, recientemente convocadas, se sumará próximamente una novedosa herramienta destinada a regular y poner coto a los alojamientos que se ofrecen como viviendas turísticas de forma ilegal, y que tanto preocupan a los residentes en determinadas localidades turísticas.
Hay que aprovechar la coyuntura feliz de un sector exitoso y en constante crecimiento. Transformar el turismo desde una posición de liderazgo es una oportunidad al alcance de pocos países en el mundo. Los fundamentos para un nuevo modelo turístico, recogidos en la Estrategia de Turismo Sostenible de España 2030 –crecimiento socioeconómico, preservación de valores culturales y naturales, beneficio social, gobernanza, liderazgo y capacidad de respuesta–, que pronto empezaremos a desplegar, nos convertirán en una referencia global del turismo en los próximos años. Para hacer realidad todo lo anterior, gobernamos.
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