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La democracia nace en Grecia en torno al siglo V a. C. Uno de sus teóricos más importantes fue Protágoras, filósofo y amigo de Pericles. Si creemos a su enemigo, Platón, el sofista de Abdera usaba entre otros el mito de Prometeo para fundamentar el ... sistema de convivencia más humano que ha alumbrado la humanidad.
Una vez, nos dice, que el ser humano se equipó técnicamente (desde su desvalimiento general al llegar al mundo la especie), cuando Prometeo robó el fuego y la técnica a Atenea, los seres humanos se mataban entre ellos porque no sabían convivir. Vivir en sociedad. Zeus les concedió los medios necesarios para la vida en común: el sentido de la justicia y la decencia moral.
He aquí el nacimiento de la democracia y de sus valores fundamentales. En el siglo XVII, Locke madura este planteamiento incidiendo en la libertad innata al ser humano y en la propiedad procedente del trabajo de cada cual. Valores igualmente fundamentales. Apunta también algo que reelaborará poco después Montesquieu: la división de poderes. Ejecutivo, legislativo y judicial. ¿Por qué son libres los ingleses?, se preguntaba el autor de 'El espíritu de las leyes'. Por la división de poderes.
En el siglo XIX aparecen dos de los ingredientes más letales para la convivencia que se conocen: los nacionalismos, que son racistas y xenófobos por definición, y el marxismo, que proclama que solo hay dos clases sociales: explotadores y explotados, y que los primeros han de desaparecer, violentamente si fuera necesario. Además, descree radicalmente de la democracia, sus valores y sus instituciones porque son artefactos de la ideología dominante que ocultan y mantienen la explotación.
En España se produce en el siglo pasado la gran tragedia nacional: la guerra civil. Como final transitorio a la guerra se desarrolló la dictadura del general Franco, que, sin embargo, duró tanto como él. Pero fue tras su muerte cuando los descendientes de los españoles de uno y otro bando y aun de los que no pertenecieron a ninguno, se reconciliaron en un pacto que hiciera imposible otra guerra. Esa fue la Constitución de 1978 que fundamenta los derechos y libertades de todos los españoles iguales ante la ley. Y libres.
Los nacionalismos no la aceptaron nunca del todo y, en su caso, el brazo armado del nacionalismo vasco radical, la banda terrorista ETA, acabó con la vida de casi 1.000 ciudadanos, obligando al exilio a cerca de otros 200.000 y cubriendo todo de sangre y dolor. El 20 de octubre de 2011, la banda terrorista anunciaba que dejaba de asesinar y que «vuelve al pueblo». Pero no condena su actividad criminal. Su brazo político tampoco. Y, sin embargo, merced a extraños manejos judiciales, este último es readmitido en el Parlamento español.
Por si fuera poco, hay 377 crímenes de la banda sin resolver. Esto significa, por ejemplo, que en San Sebastián un hijo de alguien asesinado por la banda puede encontrarse con el asesino de su padre pero no lo sabe, algo que hubiera aportado a Kafka un material de primera magnitud para sus escritos.
Tuvo que ser el Parlamento Europeo el que instara al español a que estos crímenes pendientes se investigaran. Y, sin embargo, la Comisión de Interior del Congreso de los Diputados, en sesión del 2 de noviembre de 2022 y merced a la mayoría que apoyaba al gobierno, resolvió que esos crímenes no se investigaran. A todo este proceso infernal se le ha llamado «el final del terrorismo» y «la victoria de la democracia». Como poco, un sarcasmo cruel.
No son posibles la convivencia y la libertad si no se imponen la justicia y la verdad. Si los criminales y quienes los justifican permanecen impunes y se intenta olvidar la verdad: el crimen. Parece evidente que España necesita un profundo rearme moral.
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