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Recuerdo que en mi adolescencia me aburría; sin embargo, no recuerdo haber vuelto a tener aquel sentimiento tórrido, aquellos momentos de verdadero tostón y hastío en los que me veía inmerso de vez en cuando. Creo que ese aburrimiento es un sentimiento típico de la ... primera adolescencia. Recuerdo diciéndole a mi madre: «Mamá, me aburro».
Hoy tengo momentos de pereza e indolencia, incluso algún día 'perreo' tumbado en el sofá, pero no siento aquel aburrimiento adolescente. Por ejemplo, recuerdo con claridad aquéllas interminables sobremesas familiares con invitados, o cualquier tarde de un domingo que no dejaba de llover. También recuerdo con aburrición ver saltar cada minuto la aguja del reloj de la iglesia en aquellas misas igualmente soporíferas. Contra aquel sopor me inventé el juego de contar 60 segundos con los ojos cerrados para ver si la manecilla del reloj daba su pequeño salto justo en el momento en que yo decidía abrir mis ojos. Pero aquel juego enseguida dejó de entretenerme. Hace unas semanas he vuelto a esa iglesia y después de haber jugado varias veces he confirmado que aquel juego en realidad hacía que el tiempo fuera más largo de tanto pensar en él. Cuando piensas en el tiempo éste se espesa y por eso no podemos 'matarlo'. Por el contrario, el entretenimiento hace al tiempo ligero y por eso 'se va volando'.
«Mamá, me aburro» y mi madre, cuando ya no sabía qué hacer, me contestaba «pues cómprate un burro». Entonces yo me aburraba. Y otra vez: «Mamá, me aburro», a lo que mi madre me contestaba: «Más me aburro yo de tanto oírte»… Pero lo que jamás me respondió mi madre fue: «Mira, José, no te preocupes porque, aunque tú no lo notes, mientras te aburres estás alimentando tu creatividad». A mi madre nunca se le ocurrió decirme esto porque se lo impedía su sentido común y porque aún no se habían puesto de moda ni publicado decenas de libros e investigaciones que defienden esta hipótesis tan extraña. ¿Cómo algo tan anodino como el aburrimiento puede despertar o fomentar el pensamiento creativo? Pues hoy parece que el aburrimiento es necesario –o al menos conveniente– para la creatividad porque, por lo visto, provoca una especie de estado de reposo en nuestro cerebro al activarse el circuito del 'modo por defecto', lo que propicia la incubación de ideas embrionarias, momentos de inspiración y descubrimiento, de 'insights' –dicen algunos–, término que, por cierto, utilizamos en estrategia y creatividad publicitarias… ¡¿Cómo iba a saber todo esto mi madre?!
Yo confío bastante en la ciencia, en los neurólogos… incluso en los psiquiatras y los psicólogos, que son los profesionales que han realizado estos estudios. Y me parece sensato pensar que cierta relajación del cerebro ayude a tener nuevas ideas. Igualmente parece de sentido común que una sobrecarga de información ante la avalancha de estímulos que hoy recibimos todos los días acabe por congestionar y bloquear la mente. De hecho, cuando trabajas con creativos es frecuente buscar entornos y momentos de 'aislamiento', además de otras 'técnicas' o mecanismos del pensamiento que pueden facilitar la aparición de 'nuevas' ideas. Pero en ese trabajo de búsqueda no se siente aquello que a veces yo sentía de adolescente, ni siquiera lo que comúnmente se entiende por aburrimiento. Al contrario, la experiencia creativa tiene que ver más con el 'juego' entre conceptos y palabras, el giro de situaciones, con encontrar puntos de vista imprevisibles o descubrir nuevos territorios de significados, con proyectar caminos alternativos, con lo que en el gremio se llama el pensamiento 'lateral'. En todo ese proceso de conceptualización, creación e imaginación hay lógicamente momentos de todo tipo, pero antes de que aparezca el aburrimiento aparecen otros estados de ánimo: la desesperación y la euforia, el abatimiento y la motivación, la angustia de 'se nos acaba el tiempo' y la esperanza de 'tirar de oficio' como último recurso.
Por tanto, hablar de aburrimiento como fuente de inspiración creativa me parece una exageración y una imprecisión de cierta divulgación científica que, cada vez más, está cayendo en la tentación de confundir la claridad con la simplificación y, lo que es peor, en el afán de llamar la atención con afirmaciones grandilocuentes. Les pido que se busquen otra palabra porque mi aburrimiento adolescente era algo muy desagradable y aburridísimo. Me gustaría saber si Leonardo, Einstein o Picasso, tipos sin duda creativos, se aburrían. Para mí que no. Que yo sepa, el único aburrimiento productivo es el de las vacas porque cuando no están estresadas producen más y mejor leche. Al menos esto es lo que nos contó un ganadero cuando estábamos buscando, precisamente, una idea creativa para una marca de leche: «La vaca quiere aburrirse de lo mismo, no es como nosotros que nos gusta cambiar, no, la vaca quiere aburrirse…».
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