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En España cada vez hay más personas que viajan (viajamos) solos, lo que no significa que siempre lo hagamos así. La noticia, aunque no me sorprendió mucho, me dio que pensar. Desde hace unos años hay estudios, datos, registros, encuestas, etcétera, que confirman y dan ... razón de esta tendencia. Parece que la libertad total, el autoconocimiento y la búsqueda de nuevas experiencias son las motivaciones principales para viajar solo, o sola, porque por lo visto es una tendencia más acusada en las mujeres.
El primer viaje que hice en solitario fue a finales de los 80. Fui a Extremadura porque era un lugar lejano y poco conocido para un cántabro y porque alguien me había asegurado, frente a mi incredulidad, que Cáceres era una ciudad preciosa.
Fueron cuatro días y tres noches de otoño, mi coche y yo. En mi mapa fui marcando el recorrido desde Madrid: el Barco de Ávila, el Puerto de Tornavacas, Hervás, Plasencia, Jaraíz de la Vera, el monasterio de Yuste, el Valle del Jerte, Candeleda, Arenas de San Pedro y Madrid. Por supuesto no llegué a Cáceres. Esto es lo que tiene viajar solo, que es el propio viaje el que muchas veces decide su recorrido, incluso su destino. En aquel primer viaje me di cuenta de que viajar en solitario se convierte en un monólogo interior. Por eso cuando viajas solo, viajas más por dentro. Ahora bien, quien viaja más por dentro ¿no hace siempre el mismo viaje?
Al llegar a Madrid escribí un relato en el que contaba el pequeño viaje que acababa de hacer y decidí que durante el próximo escribiría un «diario de viaje». Con el tiempo lo he hecho: Berlín, Croacia, Estambul, México, París, Sri Lanka y Tailandia, Singapur, Nueva York, Senegal, Londres, Los Monegros, Tanzania y el maldito Kilimanjaro… El último ha sido al Canal de Castilla porque para viajar no hace falta irse tan lejos.
Algunos no han sido viajes en solitario, pero de todos ellos tengo un cuaderno de viaje en el que escribo y dibujo y en el que pego cosas que encuentro: postales de museos, tarjetas de hoteles y bares, tickets, etiquetas que despego de las cervezas … A veces pido a las personas del lugar que escriban en él sus recomendaciones o aquello que se les ocurra. Yo en realidad hago lo mismo, apunto ocurrencias o ideas sobre lo que observo o me pasa. Cuando viajas y a la vez escribes, viajas dos veces.
¿Es este el «autoconocimiento» al que se refieren las personas que viajan solas? Por mi parte, viajar solo tiene que ver también con ponerte a prueba, conocer tus límites y capacidades. En estos viajes he comprobado que mi resistencia a la soledad es muy discreta, de hecho, el récord de mis viajes en solitario es bastante decepcionante: 16 días. Y es que a partir de las dos semanas mi motivación se deprime y comienzo a sentirme melancólico. Mi «libertad total» se convierte en una libertad vacía y mis expectativas de nuevas experiencias no consiguen llenarla.
Claro que el turismo 'single' nos ofrece hoy fórmulas y propuestas muy acordes con la vida actual y hacen más ligera la experiencia de viajar solo. Desde cruceros exclusivos para 'singles' hasta viajes a lugares de peregrinación dentro del «turismo religioso», expresión por cierto que siempre me ha parecido un oxímoron. Del mismo modo hay agencias de viajes, portales digitales y todo tipo de modalidades para viajar solo pero no tan solo. El «couchsurfing» y prácticas semejantes ofrecen, además de ahorro, cierta compañía. Formas de viajar en solitario para encontrarte con otras personas porque, quizás, estás solo y viajas para dejar de estarlo.
En todo caso, bienvenidas sean estas y cualesquiera nuevas formas de viajar «solo» en una sociedad en la que seguramente viajar está sobrevalorado: más masivos, más conectados, más comercializados y glo-balizados, por dentro o por fuera, algunos seguiremos viajando en solitario, y escribiendo, con el anhelo inútil de sentirnos más viajeros y menos turistas. Y pasará definitivamente al olvido que el término 'tour' (origen etimológico de 'turismo') se utilizaba para denominar al viaje que los nobles europeos hacían principalmente a París en los siglos XVII y XVIII, antes de que el inglés Thomas Cook creara la primera agencia de viajes (Thomas & Son) en el año 1841. Imagino a Thomas diciendo a su hijo algo así como: «Hijo mío, vamos a organizar esto de los 'tours' que me huelo va a ser un gran negocio».
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