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Todos los políticos tienen un problema de credibilidad. Los que están en el gobierno por no haber hecho lo que prometieron. Los de la oposición por lo que prometen y no harán. Salir de este círculo es casi imposible. Por eso todos los políticos se ... afanan en 'parecer' creíbles, especialmente en los últimos suspiros del periodo electoral.
Revilla (PRC) parece tener su credibilidad cada vez más tocada y eso se notó en el debate. Estuvo en una actitud defensiva, lo que no es una buena estrategia cuando las encuestas te dicen que perderás bastantes votos. Sí se defendió con brío en lo que más le irritó: la corrupción de Obras Públicas y los proyectos incumplidos de las comunicaciones de Cantabria. Aunque quedó 'atrapado' al dar una noticia: la llegada de una nueva empresa a nuestra región, promesa que despertó la incredulidad y la sorna de los candidatos de la oposición, promesa que acabó «con-prometiendo» al propio Revilla al negarse a dar el nombre de la tal empresa.
Mientras tanto, Zuloaga (PSOE) miraba hacia otro lado, más preocupado durante el debate de hablar de Sanidad, que es lo suyo, y alejarse así del asunto de Obras Públicas. Esquivaba el cuerpo a cuerpo e intentaba recuperar un discurso bien hilado aunque 'mitinero', con un parecido cada vez mayor a Pedro Sánchez: manos con los índices levantados, giros a izquierda y derecha, frases que subían creando expectación y que acababan queriendo sonar graves y emocionales.
Buruaga (PP) en su rol de retadora a la presidencia se aplicó en un discurso claro y bastante enérgico para atacar los grandes temas, intentando desmentir los logros que se apuntaba el gobierno. Lo mismo hizo Félix Álvarez (Cs) pero de forma más espontánea, tajante y elocuente dirigiéndose a Revilla de forma decidida desde su primera intervención. En la misma línea Leticia Díaz (Vox) apuntaló sus críticas con un discurso duro pero en un tono serio y templado. Por su parte, Mónica Rodero (Podemos-IU) estuvo un poco ausente durante el debate, conciliadora con el gobierno y nerviosa hasta perder el hilo en el minuto de oro.
Moraleja: los futuros políticos y gobernantes deberían acordarse más de la fábula del lobo de Esopo. No solo cuando, como ahora, le ven las orejas.
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