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No parece exagerado considerar que en Cantabria la villa de Comillas ocupa un lugar excepcional por la riqueza y diversidad de su Patrimonio Histórico-Artístico. Desde luego la arquitectura modernista no tiene en todo el norte de España un lugar tan representativo y la celebración ... del Año Domènech i Montaner debería servir para ponderar «el ecosistema del vínculo estrecho entre la villa cántabra y el arquitecto y político Lluís Domènech i Montaner» como escribía Guillermo Balbona en este diario (4-1-2023) al presentar esta efeméride.
Tras algunos años de incertidumbre en que los ciudadanos hemos asistido perplejos a desmanes urbanísticos en el entorno de conjuntos como la Universidad Pontificia o la desidia en la conservación de gran parte de los edificios monumentales, ahora nos tenemos que felicitar por la recuperación —aún incompleta— de la Pontificia y su uso por parte del centro universitario CIESE, la adecuación del antiguo Seminario Cántabro como Centro de Cultura El Espolón, las recientes restauraciones de la iglesia del Seminario Mayor y del Palacio de Sobrellano, y las aún en marcha de la Capilla Panteón de los marqueses y de la verja de un lugar tan sensible para los comillanos como es el Cementerio, donde la intervención del citado Domènech está en grave peligro, con partes literalmente desmoronándose.
Hemos de aplaudir estas actuaciones con que las autoridades no hacen sino dar cumplimiento a lo que las leyes exigen: la catalogación, conservación y difusión del Patrimonio Histórico-Artístico y Cultural como bienes heredados y creaciones singulares, representativas de una época histórica y de sus estilos artísticos, que debemos transmitir a las generaciones futuras.
Las normas de protección del Patrimonio arquitectónico también consideran el espacio físico que rodea cada edificio monumental, un entorno que la Ley de 11/1998 de Patrimonio Cultural de Cantabria define como «el espacio, edificado o no, próximo al bien, que permite su adecuada percepción y comprensión, considerando tanto la época de su construcción, como su evolución histórica, que da apoyo ambiental y cultural al mismo y que permite la plena percepción y comprensión cultural del bien y cuya alteración puede afectar a su contemplación o a los valores del mismo» (art. 50.1). Esta consideración posee valor normativo y las autoridades deben observar su cumplimiento, tomando las medidas oportunas. En este punto hay un trabajo por hacer, pues no se está respetando esta exigencia de permitir la comprensión cultural y la contemplación de algunos edificios, singularmente el Cementerio y el Palacio de Sobrellano y su capilla-panteón.
La delimitación del bien cultural del Cementerio (Decreto 117/2002 del Gobierno de Cantabria, BOC, 10-9-2002) incluye la carretera de acceso que se convierte en aparcamiento de caravanas, afeando manifiestamente la perspectiva de la fachada excelsa de Doménech i Montaner, como se aprecia en la fotografía. Urge cerrar al tráfico esa carretera y evitar la invasión de coches que altera sobremanera la comprensión y contemplación del edificio.
Por lo que respecta al parque del palacio de Sobrellano, incluido en el entorno de mismo (Decreto 46/2002 del Gobierno de Cantabria, BOE, 30-5-2002), debe elaborarse una regulación que establezca el uso compatible con la citada normativa del entorno de bien cultural. Hay actividades tradicionales que estamos obligados a respetar, como la Feria de Arrastre y Ganado que se celebra en agosto desde hace décadas. Pero el parque no puede servir para cualquier instalación ni estar ocupado gran parte del verano con castillos hinchables y artilugios de todo tipo que impiden, simplemente, tomar una foto. ¿Se puede alguien imaginar que los jardines de la Alhambra granadina sirvieran para coches de choque, caballitos o tómbolas con megafonía? De igual modo resulta penoso que la fachada de la casona natal del arzobispo González de la Reguera (1627), en la céntrica Fuente de Tres Caños, quede oculta tras los artículos de mercadillo.
Mal servicio se presta a los edificios históricos y al «apoyo ambiental y cultural» que exige nuestra ley de Patrimonio con entornos degradados que, además, disuaden al sector más interesante del turismo, los visitantes con motivaciones culturales que hay que cuidar para desestacionalizar el principal generador de riqueza en Comillas. Cuidar ese entorno es la prueba definitiva del valor que nos merece nuestro patrimonio.
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