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El problema del presidente Trump durante su primer mandato fue que confundió la presidencia de un país con la dirección de una gran empresa, lo ... cual le llevó a enfrentarse con las instituciones democráticas que equilibran y limitan el poder presidencial y a prescindir de los ejecutivos de su equipo que le advirtieron sobre tal colisión, lo cual derivó en una caótica percepción de su gestión política. El problema del inicio de este segundo mandato es que el presidente ha confundido la victoria electoral en las instituciones políticas de su país, con la legitimación de su visión de una Gran América en un orden internacional competitivo donde el resto de las potencias limitan su poder, mientras las alianzas lo equilibran. El lamentable episodio del despacho oval no solo debilita el proceso de negociación en Ucrania, sino que ha puesto de manifiesto la debilidad de la Administración americana para asumir el liderazgo que este momento histórico requiere. Y lo que es más grave, que esa debilidad ha sido televisada en directo y ha tenido máxima audiencia: un share del 100% entre los dirigentes rivales y la opinión pública internacional.
Como Trump ha acumulado una importante experiencia política en los últimos años, se ha preocupado de compartir el trabajo sucio delante de las cámaras y en los primeros foros internacionales con colaboradores como el vicepresidente Vance, o el propio Elon Musk. Lo cual le da un margen personal para rectificar alguno de los errores tácticos cometidos. Pero la cuestión es que las decisiones tácticas tienen sentido en la política doméstica, pero en los asuntos internacionales, las decisiones no son tácticas, sino estratégicas. Si la política exterior de Estados Unidos entrega Ucrania a Rusia, la geopolítica europea entraría en una fase de transformación que nunca sería inferior a una década y que estaría más abierta a futuros enfrentamientos armados. Si el proceso de negociación no está apoyado por una OTAN más fuerte y con mayor compromiso de todos los aliados, los riesgos y el fracaso se multiplican. Si se debilita la OTAN, Estados Unidos pierde su dominio en el único territorio fuera del continente americano donde tiene garantizada la estabilidad. Si el orden internacional se sigue cuestionando desde Washington, las potencias revisionistas que quieren deshacerlo propondrán otro, un día antes o un día después de que Trump y Vance dejen de vociferar en el despacho oval.
La negociación de una paz en Ucrania que Trump iba a conseguir en pocos días y que una parte del partido republicano exigía para reducir el alto coste de la ayuda a Zelensky, no es una cuestión táctica. Russell Hsiao, director del Global Taiwan Institute, lo explicaba así en el New York Times: «Taiwan spent the better part of the last three years making the case for how the fate of democracies is intimately tide and what happens in Ukraine affects Taiwan». Lo cual significa que China viene observando exactamente lo mismo, pero en sentido exactamente contrario: que el destino de sus aspiraciones para integrar a la isla en su soberanía, depende de lo que ocurra en Ucrania. Si este cambio en la geopolítica asiática tomara forma, Estados Unidos habría perdido su hegemonía en una década (2001-2010), su supremacía en dos (2001-2022) y su liderazgo global en menos de tres (2001- 2025).
De igual manera, si la decisión estratégica de frenar a Rusia en Ucrania y debilitar su poder fortaleciendo la OTAN y la seguridad europea, se viera reducida a la decisión táctica de frenar a Rusia para renegociar unos intereses energéticos y mineros en Ucrania y después ceder el control del país a la autocracia del Kremlin, Vladimir Putin habría conseguido mantener la influencia rusa en Europa y a nivel global, y trasladar su régimen político como un modelo para la siguiente generación de dirigentes. De forma paralela, si la cohesión europea y euroatlántica, concebida estratégicamente desde los años 90 y fracturada en el siglo XXI por distintos desafíos internos y externos, se rompiera, las potencias europeas y los países más debilitados buscarían nuevos aliados políticos y comerciales en China, India, Oriente Medio y América Latina.
El realismo ofensivo aplicado por la nueva administración en la actividad internacional en estas primeras semanas y la diplomacia del garrote contra Zelensky, pueden quedarse en un mero error táctico si Donald Trump rectifica y encuentra la manera de dar un giro más pragmático a su política exterior. De no hacerlo, puede caer en la trampa de la ensoñación al creer que su poder es más grande cuando cada vez se hace más pequeño.
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