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Aunque Donald Trump ha dicho que Siria no es un tema de interés para Estados Unidos, la realidad es que la caída del régimen de Al Asad aparece como un primer desafío para la nueva administración republicana. Teniendo en cuenta que en este conflicto confluyen ... intereses enfrentados de actores implicados en el orden regional de Oriente Medio. Algunos como Israel, Arabia Saudí, Emiratos Árabes, aliados tradicionales de Estados Unidos y específicamente seleccionados como tales en el primer mandato de Trump. Otros como Irán y grupos terroristas, enemigos tanto de Israel como de todo lo que la influencia americana representa en la región. Además de Turquía, miembro de la OTAN, y dispuesta, según Erdogán, a revisar el orden de soberanías, para hacerse con una zona de influencia en Siria. Y las milicias kurdas que buscan un escenario igualmente revisionista, para configurar un territorio autónomo en la región. Y finalmente, Rusia, debilitada en Ucrania y más debilitada aún si pierde su base marítima en el Mediterráneo.
Si la consecuencia del futuro marco político sirio derivara en un conflicto, y los rusos vieran amenazados sus intereses, los turcos su soberanía y los saudís, o los iraníes, la estabilidad que les proporcionan sus áreas de influencia, la guerra sin fin podría reproducirse en la región y a nivel internacional. Así que resulta difícil de imaginar que en enero la administración Trump no considerara el asunto sirio como un tema de especial trascendencia para el inicio del mandato.
Walter Russel Mead identifica en un reciente artículo en la revista Foreign Affairs dos tendencias conservadoras que se han enfrentado en Estados Unidos al liberalismo globalista: el populismo nacionalista con una raíz histórica jacksoniana y el anacrónico aislacionismo de origen jeffersoniano. Ambas corrientes sociales han sido integradas, al menos parcialmente, en el movimiento MAGA construido por Trump, junto con otras ideas conservadoras más realistas en política internacional y junto a propuestas liberales en la economía, aunque proteccionistas en el aumento de las tarifas comerciales.
Russell Mead propone en el artículo una fórmula para integrar distintas tendencias en una estrategia común y para huir de la polarización de los últimos años. Y la encuentra en el pragmatismo, cuya fundamentación está en las ideas de uno de los padres de la Constitución, Hamilton, y cuya vigencia estaría motivada por la necesidad de superar el final del liberalismo globalista y afrontar la nueva rivalidad entre potencias. Este modelo hamiltoniano identifica al comercio como la actividad predominante en una sociedad saneada, al patriotismo como soporte de la cohesión social e identitaria, y al racionalismo ilustrado como marco filosófico capaz de integrar valores políticos y culturales. Un realismo ilustrado, diríase, para orientar la política exterior.
Para Donald Trump una América más grande es un país con mayor capacidad productiva y con más tarifas. Un país más cohesionado gracias a una visión nacional reforzada y a una sociedad donde los valores tradicionales se respeten y promuevan. Un país que priorice lo que resulta relevante para el interés americano y descarte lo que no lo sea. En definitiva, sus ideas no están tan alejadas del pragmatismo que Hamilton planteó cuando Estados Unidos no era la primera potencia del mundo, ni China una amenaza, y Russell Mead lo recupera ahora para hacer frente al desafío chino y al orden de competición multipolar.
Sin embargo, otros planteamientos también conservadores e internacionalistas proponen a la nueva administración que aplique una visión del realismo más ofensiva para afrontar ambas situaciones. Que identifique a China como un adversario y que aumente el gasto en defensa hasta un 5%. Que sea firme al exigir más compromiso a los aliados y que se implique con decisión en la competición entre potencias. Pero al igual que los realistas más pragmáticos, estas visiones no hablan nunca de aislacionismo, sino del interés nacional americano.
Entre unos y otros estará enmarcada la política exterior de Trump. Aunque habrá que esperar unos meses para ver cuál de las dos doctrinas se implanta. Pero, la estrategia con la que se actúe en el conflicto sirio servirá como indicador para reconocer cuál de los dos se impone con más fuerza.
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