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Estos días, venimos asistiendo con gran estupor a casos de bullying en los que algunos jóvenes, impelidos por la falta de criterio de algunos de ... sus compañeros de aula, acaban por canalizar con dolor propio y de sus familias, este problema.
El bullying existe. Siempre ha existido, nos dicen algunos puristas de la cuestión, pero igualmente es cierto que nunca había alcanzado tan altas cotas de sufrimiento como las que estamos observando estos días en nuestro entorno. Y no nos engañemos, que son muchos, muchos, muchos, los que sin derivar en soluciones drásticas para su vida, siguen cada día sufriendo estos casos de acoso. Vean ustedes las cifras oficiales que se dan al respecto y me permito aventurar que sería necesario multiplicarlas por algún dígito para mostrar la verdadera cara que tiene el problema.
En nuestras aulas está alojado y con nuestros hijos convive. Sí, con nuestros hijos. Unos porque lo sufren, otros porque son los ejecutores, pero también existe una amplia mayoría de jóvenes que asiste con pasividad a situaciones en las que ven acosar a sus compañeros respondiendo con indiferencia al problema. Y este es el verdadero problema. Desde luego quien lo sufre, lo mismo que sus verdugos, requieren una intervención inmediata que no puede retrasarse ni un minuto más. Está claro que las administraciones educativas, los centros, sus direcciones ejecutivas, los claustros, los educadores, deben intervenir de manera diligente para atajar el problema en su mayor magnitud. Pero también es cierto que con medidas protocolarias no se soluciona la cuestión. Ni mucho menos.
La solución a tanto bullying pasa indefectiblemente por abordar la cuestión desde una perspectiva educativa. Los educadores hemos de sentirnos responsables de lo que sucede en el aula. Y responsables significa actuar, dar ejemplo de respeto al alumnado y exigir ese mismo respeto entre los compañeros de pupitre. Y si para conseguirlo es necesario mostrar una actitud radical y exigente, no debe temblarnos el pulso a la hora de actuar. Se nos exige acción, en virtud de nuestra condición de educadores. Va en el sueldo, como suele decirse. No podemos pasar ni un solo gesto de discriminación en el marco social del centro escolar. Ni uno.
Y de igual modo, las administraciones educativas han de sentirse responsables del tema. No se crean que con dictar protocolos de actuación se resuelve el problema. Ni mucho menos. Eso es únicamente curar la herida, poner un vendaje sin solucionar la causa. Por lo que se podrán producir muchas heridas más. Y eso es lo que nos está sucediendo: no se aborda la cuestión desde el punto de vista educativo. Veamos la realidad que nos asiste: ¿cuántas Comunidades Autónomas cuentan con un observatorio del acoso? Visiten la página web de su consejería… Visítenla y se darán cuenta de la importancia que se le está dando a este tema en la administración educativa de su comunidad.
No podemos mirar a otro lado, pretendiendo ignorar que el tema es educativo y como tal ha de ponerse en manos de los profesionales del ramo. Desde luego, que ya se ha demostrado cómo aquella persona que procede del mundo del derecho es capaz de gestionar la sanidad. Pero ¿qué les voy a decir? Me siento más tranquilo cuando está en manos de los propios sanitarios. Y si son médicos, mejor, porque con la salud no se juega. En este caso, no vamos a negar que cuestiones sociales, como es el bullying, debieran estar en manos de los profesionales de lo social. Aquellos que desde la educación son capaces de abordar la socialización del alumnado. No resulte extraño que ya en el año 2017 abogáramos por la integración del educador social en la Escuela. Y hacerlo del modo más efectivo posible, confiriéndole el estatus de educador. No participando como invitados en consejos que tienen un carácter más bien formativo, sino como verdaderos agentes, educacionales, capaces de desarrollar en los centros, programas eficaces de atención a la diversidad y de integración social del alumnado. Haciéndolo como lo que son: educadores especializados en lo social. Y en este punto, desde los colegios profesionales lo mismo que desde las administraciones educativas, debiéramos estar trabajando ya, para ello. De modo que mañana, o dentro de unos meses o el año que viene, estos jóvenes que se están escolarizando hoy, no lleguen a sufrir el tan temido y abominable bullying. ¿A qué esperamos?
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