Secciones
Servicios
Destacamos
Hace un buen puñado de años, uno de mis maestros en el mundo de la Economía, el profesor José Ramón Lasuén, publicó un libro, titulado 'La España mediocrática', en el que ponía de relieve que la mediocridad era, como norma, una de las características de ... nuestro país y nuestra sociedad. Por desgracia, mucho de lo que exponía en el libro acerca de España sigue siendo cierto, aunque en el libro no se hiciera referencia a él, en el caso de Cantabria.
La comunidad en la que resido y que, sin serlo, considero como propia, cuenta con la mayoría de los ingredientes para ser una comunidad próspera y gozar de niveles de desarrollo y bienestar social muy superiores a los que, de hecho, disfruta. Desde hace muchos años, su trayectoria, a juzgar por la evolución relativa del PIB y PIB per cápita, ha estado presidida por la mediocridad, lo que la ha llevado, poco a poco, a perder relevancia en el conjunto nacional. La razón no es más que la mediocridad que se aprecia en todos los ámbitos, desde los relativos a las más altas esferas del gobierno regional (de éste y de los anteriores), hasta los que pasan por el día a día del comportamiento de nuestra sociedad; tenemos unos dirigentes mediocráticos, unos empresarios mediocráticos, una universidad mediocrática, unas instituciones sociales y culturales mediocráticas, … Somos, en definitiva, una sociedad mediocrática, incapaz de sacar todo el partido a las múltiples fortalezas con las que contamos.
La causa que justifica esta opinión, que algunos pueden considerar una diatriba pero que, si somos sinceros con nosotros mismos, creo que representa bastante bien lo que somos, no es otra que las últimas previsiones ofrecidas por el BBVA Research sobre el comportamiento económico de nuestra región. De acuerdo con las mismas, que no son plenamente compartidas, por ejemplo, por el ICANE, Cantabria será en el año en curso la tercera comunidad autónoma con el crecimiento del PIB más reducido: 2,3%, frente al 2,9% del conjunto nacional; si este comportamiento ya es preocupante, más lo es que para el próximo año se espera que, junto con Asturias, Cantabria sea la región que menos crezca de entre las diecisiete que conforman nuestro Estado de las Autonomías.
Si bien el BBVA Research achaca este preocupante comportamiento, así como el de otras comunidades norteñas, al reducido empuje de la inversión industrial, el aspecto en el que quiero centrarme ahora es que, en contraposición a lo que sucede en la esfera productiva, destacamos mucho en lo que atañe a la evolución del empleo. Y esto, que naturalmente tiene, y mucho, su vertiente positiva, tiene una muy negativa que es, como pueden imaginar, la que corrobora lo mediocres que somos como región: somos menos productivos, esto es, eficientes, que la media nacional y las diferencias, en lugar de reducirse, puntualmente aumentan.
Las causas de esta menor productividad las he abordado en esta misma sección en múltiples ocasiones (el reducido tamaño de nuestras empresas, la escasa inversión en I+D+i, la segada composición del tejido productivo hacia sectores industriales maduros, el bajo espíritu de emprendimiento empresarial, la formación de los cuadros directivos y de los trabajadores, …) por lo que, aunque nunca esté de más, tampoco parece apropiado incidir demasiado en ello. En definitiva, todo ello nos lleva a lo que comentaba al principio: si con las herramientas con las que contamos no somos capaces de hacer más y mejor, de ser más eficientes y productivos, es porque somos bastante mediocres. Reconozcámoslo y actuemos en consecuencia. A mi juicio, esta es una tarea ingente que requiere de la confluencia de numerosos elementos, entre los que destaco los de una mejora sustancial del capital humano que tenemos a nuestra disposición y de su mejor aprovechamiento, de unas instituciones públicas (empezando por los gobiernos regional y locales) y privadas mucho más involucradas en el desarrollo económico y social, y de un mayor compromiso empresarial (de empresarios y trabajadores) con toda la sociedad.
Nada de lo expuesto es fácil de alcanzar y, en el mejor de los casos, lograrlo será una tarea de años. Pero si no lo intentamos, si no buscamos activamente reducir nuestra mediocridad poco a poco, habremos caído en la trampa que la misma implica (llevar una vida tranquila y sosegada, con las menores molestias posibles) y así también, lenta pero inexorablemente, como viene ocurriendo desde hace bastante tiempo, seguiremos deslizándonos por el tobogán de la irrelevancia económica, política y social.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.