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A falta de una lectura sosegada y tranquila del informe de Draghi sobre la competitividad de la economía europea, las primeras impresiones apuntan a que es un documento sólido, pero no excesivamente novedoso, que proporciona muchas recomendaciones interesantes, emanadas, en buena medida, de la forma ... que tenemos ahora de percibir el papel desempeñado por China a escala global. La UE siempre ha visto al gigante asiático como un socio con el que cooperar, como un competidor económico y como un rival sistémico, pero, más recientemente, se le empieza a ver también como una amenaza, sobre todo en relación con el desarrollo de tecnologías limpias avanzadas y la industria automotriz.
En este sentido, la primera y principal recomendación, subrayada por el propio Draghi en la presentación del informe, es que «hemos alcanzado un punto tal que, si no actuamos, veremos comprometido nuestro bienestar, nuestro medio ambiente y nuestra libertad». En consecuencia, nada de procrastinar; hay que ponerse manos a la obra si no queremos ser, cada vez, más irrelevantes y, en términos comparativos, menos desarrollados. Para evitar que esto sea así habría que coordinar las políticas europeas en mucha mayor medida que hasta ahora y poner sobre la mesa cantidades ingentes de dinero (entre 750 y 800 mil millones de euros al año) para poder ejecutarlas convenientemente.
Recaudar anualmente una cantidad tan enorme de dinero, que supondría elevar la tasa de inversión de la UE del 22 al 27% del PIB, sólo podrá hacerse, amén de con el concurso insoslayable del sector privado, mediante endeudamiento público conjunto. Utilizando de nuevo las palabras de Draghi, «la UE debería continuar con el modelo de los fondos Next Generation para emitir instrumentos de deuda común, que debería utilizar para financiar proyectos de inversión que aumenten la competitividad y seguridad de la misma».
Aparte de hacer referencia a la cantidad de dinero que habría que movilizar, el informe pone de manifiesto que para que la UE sea capaz de reducir su dependencia económica (fundamentalmente de China y países del Sudeste asiático) y aumentar su seguridad, «hay que desarrollar una política comercial pragmática, cauta, caso por caso y defensiva».
El informe pone también el acento en la urgente necesidad de estimular la innovación, pues en ese terreno, y sobre todo en el campo de las nuevas tecnologías, nos estamos quedando por detrás de Estados Unidos y China. Como subrayó el expresidente del BCE, «el problema no es que Europa carezca de ideas o ambición … sino que la innovación está bloqueada en su siguiente estadio: fallamos a la hora de comercializarla».
Otra de las recomendaciones del informe va dirigida expresamente a la necesidad de contar con una política industrial conjunta e integrada con la de la competencia (donde sugiere una cierta relajación) y la comercial. Específicamente, Draghi señala que las estrategias industriales en la actualidad (y se fija sobre todo en las de China y Estados Unidos) son estrategias mixtas, y subraya que, debido a la lentitud y falta de coordinación en el proceso de toma de decisiones, la UE es menos capaz de ofrecer el tipo de política industrial que se requiere.
Un ámbito de actuación que resulta novedoso, pues se sale de lo estrictamente económico, bien que impuesto por la frágil situación europea al respecto, es el de la defensa. Aquí Draghi entiende que las necesidades de gasto son importantes, pues considera que no se puede externalizar la misma, como en buena medida ha sucedido hasta ahora en terceros países (léase, Estados Unidos).
Por último, Draghi estima que para poder llevar a cabo todas estas propuestas/recomendaciones será necesario modificar de forma sustancial la gobernanza europea, lo que supondrá, en esencia, simplificar todos los procesos de toma de decisiones de la UE. De nuevo haciendo uso de sus propias palabras, el exbanquero central subrayó que «Europa no se coordina donde importa … y que el proceso de toma de decisiones no ha cambiado sustancialmente a medida que la UE se ha ido ampliando y nos enfrentamos a un entorno global más hostil y complejo».
Y ahora, ¿qué? Pasará la UE de las palabras a los hechos. Es difícil aventurar algo al respecto pues, aunque existe consenso en muchos de los aspectos mencionados en el informe, también existen discrepancias en otros muchos. Como titulaba un artículo reciente sobre el particular, «ya tenemos los informes: pasemos a la acción». Claro que una cosa es predicar y otra dar trigo.
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