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Aferrados un tanto a la creencia de que, en economía, sólo lo que se puede ver y tocar es verdaderamente importante, tendemos a minimizar, cuando no a despreciar, el papel jugado por factores o elementos intangibles; por decirlo de forma más sofisticada, tendemos a concentrarnos ... en el hardware y a olvidarnos del software. Y esto, naturalmente, es un error, máxime en tiempos como los actuales en los que, cada vez en mayor medida, la inversión en activos intangibles desempeña un rol crucial en las ganancias de productividad y, por ende, de competitividad, crecimiento económico y calidad de vida.
España, por desgracia, no es un país que haya destacado en estos menesteres. En 2023, última fecha para la que, gracias a los informes de Cotec y el IVIE, contamos con información fehaciente, nuestro país invirtió en activos intangibles el 7,8% de su PIB, un porcentaje superado por prácticamente todos los principales países europeos y, cómo no, los Estados Unidos. Además, mientras que en Norteamérica se invierte en activos intangibles 1,68 euros por cada euro de inversión en activos tangibles, en España estamos en una situación diametralmente opuesta (sólo se invierten 0,71 euros) lo que corrobora lo dicho en el primer párrafo. El resultado es que mientras que la inversión en activos intangibles representaba en Estados Unidos por encima del 85% de la residencial en el periodo 2020-23, en España no llegaba ni al 42%. Por último, la situación es más complicada si nos fijamos en la distribución de la inversión entre sector público y privado, pues mientras que aquí la relación es de uno a siete, en los Países Bajos, por ejemplo, es de uno a cuatro; no sorprende, por lo tanto, que, en todo lo relativo a administración electrónica y empleo de nuevas tecnologías, nuestras administraciones públicas se encuentren bastante retrasadas si las comparamos con las de nuestros principales socios y competidores.
Sea como fuere, y aun cuando es obvio que estamos rezagados en comparación con los países mencionados, es preciso reconocer que en la última década el nuestro ha hecho un esfuerzo importante, liderando el proceso de crecimiento inversor en activos intangibles; de hecho, y desde el año 2019, España es el único país de los analizados por Cotec e IVIE que ha experimentado un proceso de convergencia inversora con los líderes.
Tal y como sucede en otros muchos ámbitos, el panorama global mencionado esconde situaciones parciales que merecen ser conocidas. Así, por ejemplo y como dato positivo, ocurre que nuestro país destaca por su esfuerzo inversor en dos de los siete tipos de activos intangibles (diseño y software) examinados en los informes sobre la cuestión; en contrapartida, sin embargo, ocupamos las últimas posiciones en otros dos activos de enorme importancia: el capital humano específico de la empresa y la estructura organizativa de la misma.
Otro tanto ocurre si, en lugar del tipo de activo intangible considerado, prestamos atención a su distribución inversora por comunidades autónomas. Partiendo del hecho de que todas han mejorado su situación desde la pandemia hasta ahora, el caso es que no sólo lo han hecho, en líneas generales, de forma muy desigual, sino que, en la mayoría de los casos ello ha conducido a un proceso de divergencia. En concreto, sólo la Comunidad Valenciana y Castilla-La Mancha se encuentran entre las comunidades convergentes, mientras que Madrid, Cataluña y Navarra son las únicas que se sitúan, con claridad, por encima de la media.
Para concluir, y haciendo referencia al caso de Cantabria, tres son los rasgos que definen su situación y comportamiento en esta materia. El primero es que, sea cual sea el periodo de tiempo considerado, la región realiza un esfuerzo inversor notablemente menor que la media nacional; en el periodo 2020-23, estos fueron, respectivamente, del 6,1% y 8,0%. El segundo es que, en tasas de crecimiento promedio, también nos situamos por detrás de la media española, lo que nos lleva a ser una de las economías divergentes antes implícitamente aludidas, aunque es preciso subrayar que aquí las diferencias son menos acusadas. El tercero es que, aun así, las dotaciones de capital total (tangible e intangible) por hora trabajada son tradicionalmente mayores en Cantabria que en España, lo que, teniendo en cuenta los resultados que obtenemos en términos de PIB per cápita y productividad, no hablan muy bien de la eficiencia con que se usan las mismas en nuestra comunidad. Conclusión obvia: nos queda mucho por mejorar.
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