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Tal y como puso de moda el ensayista Nassin Taleb, con su famoso libro 'El cisne negro. El impacto de lo altamente improbable', un cisne negro es un acontecimiento cuya probabilidad de ocurrencia es muy baja pero que, de suceder, provoca un gran impacto negativo ... en la economía. Pues bien, en contra de lo que creíamos que podría suceder, desde el año 2007 hasta la actualidad el mundo ha sufrido, al menos, cuatro cisnes negros: la crisis financiera, el covid, la guerra de Ucrania y la guerra de Gaza. Estos dos últimos cisnes negros mantienen toda su vigencia, por lo que su impacto sobre la economía todavía está por ver. Los dos primeros son, sin embargo, cosa del pasado, reciente pero pasado, por lo que sus efectos sobre la economía ya se pueden conocer.
Aunque casi como de pasada, un reciente trabajo del IVIE sobre el stock de capital en España analiza esta cuestión y nos permite, en consecuencia, extraer alguna enseñanza importante. Utilizando una metodología muy sencilla, pero efectiva, consistente en presentar la evolución de cuatro relevantes variables macroeconómicas (PIB, personas empleadas, horas trabajadas y productividad horaria), otorgando a cada una de ellas el valor 100 el año anterior a la aparición del cisne negro (2007 y 2019, respectivamente), es posible apreciar, con total nitidez, su dispar comportamiento a lo largo de los cuatro años siguientes al desencadenamiento de la crisis.
Este dispar comportamiento, que tiene que ver tanto con el desigual origen de ambas crisis como con la desigual respuesta de política económica dada a las mismas, se manifiesta, por encima de todo, en que en la crisis del año 2020 (covid-19) se produjo una fortísima caída inicial de la producción y el empleo seguida de una recuperación en los años siguientes, mientras que en la crisis de 2008 (Gran Recesión) el PIB y el empleo se mantuvieron bastante estables el primer año para, posteriormente, experimentar una caída, eso sí, sostenida. El resultado es que, cuatro años después del estallido de cada una de las crisis, el PIB y el empleo (medido por el número de personas ocupadas) habían superado los niveles iniciales en el caso de la del coronavirus pero seguían estando bastante por debajo de estos (entre cuatro y diez puntos por debajo, respectivamente) en el de la Gran Recesión.
El impacto diferencial de las dos crisis, los dos cisnes negros, se ha evidenciado también en relación con la evolución de la productividad por hora trabajada. En la crisis de 2008, y ante la inacción del gobierno (de todos los gobiernos, por ser más exactos) frente a la caída del empleo (expresado tanto por el número de empleados como por el de las horas trabajadas), la productividad experimentó una trayectoria alcista que la llevó a que, cuatro años después, su nivel fuera unos ocho puntos superior a la que había en 2007; por el contrario, en la crisis de 2020, y ante la decidida política de mantenimiento del empleo desplegada por el Gobierno, que se tradujo en un ligero crecimiento del número de ocupados y en la preservación del de horas trabajadas, la productividad horaria en 2023 era prácticamente la misma que antes del estallido de la crisis.
Tal y como indiqué previamente, es indudable que el origen de ambas crisis, al ser distinto, tenía que dar lugar, al menos en parte, a efectos distintos, más retardados en el tiempo con la Gran Recesión que con la pandemia. Desde mi punto de vista, sin embargo, el elemento verdaderamente diferenciador es el relativo a la respuesta política. Con la Gran Recesión la respuesta inicial fue la de desarrollar una política fiscal expansiva, que duró poco, y una total despreocupación por lo que ocurría en el mercado de trabajo; con la pandemia, sin embargo, se optó por mantener una política fiscal expansiva, pero menos que en la crisis anterior aunque más duradera en el tiempo, y, sobre todo, por un política laboral decidida de mantenimiento del empleo.
De todo lo expuesto, y tal y como subraya el estudio mencionado del IVIE, se puede extraer una gran lección, y esta es 'que proteger el trabajo ante circunstancias adversas favorece los ajustes y reduce los costes en términos de PIB y de empleo con las consiguientes distorsiones en el funcionamiento de la economía'. O, dicho con otras palabras, la moraleja podría ser: 'nunca mais' políticas austericidas (suicidio por austeridad) como las desplegadas durante la Gran Recesión.
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