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El desarrollo económico es un proceso muy complejo ya que, en sí mismo, conlleva el funcionamiento armónico de muchos factores; de entre ellos, uno de ... los más relevantes es, sin lugar a dudas, el stock de capital (y, naturalmente, su composición) que, como es bien sabido, no es otra cosa que el resultado de la inversión neta a lo largo del tiempo. Un reciente estudio del IVIE, que analiza lo ocurrido con estas dos magnitudes en España entre 1995 y 2022, nos permite sacar a la luz algunos rasgos de interés y, así, evidenciar algunas de nuestras carencias.
Centrándonos exclusivamente en la evolución de la inversión bruta real, el rasgo más característico de todos es el de su acusada volatilidad, pues si bien es cierto que creció de forma continuada y potente entre 1995 y 2008, también lo es que luego sufrió, y hasta 2013, una caída de enormes proporciones, que sólo se recuperó parcialmente en los años siguientes para, una vez más, y en torno a 2019-2020, volver a experimentar un claro retroceso y, ya en el último bienio, una ligera subida. Como resultado, y en términos de promedio, sucede que el esfuerzo inversor (el cociente entre la inversión y el PIB) se redujo en 6,5 puntos porcentuales entre los subperiodos 1995-2008 y 2009-2022.
Puesto que el comportamiento de la inversión por tipos de activos ha sido muy dispar, se ha producido también un cambio muy intenso en su composición. En concreto, aunque la inversión en viviendas y en otras construcciones sigue siendo la más potente de todas, pero con una relevancia cada vez menor, lo más destacable es el aumento continuado del peso específico de la inversión en TICs, en I+D y otros activos inmateriales, y en maquinaria y otros activos.
Por otro lado, y en relación con el agente inversor, se pone de relieve que la inversión pública se ha visto sometida a una mayor volatilidad temporal que la privada, pese a que esta también ha fluctuado bastante. Como norma, sucede que la inversión pública ha seguido una trayectoria bastante procíclica, con importantes consecuencias para las políticas de estabilización; en palabras del estudio citado, «la inversión pública es utilizada como variable de ajuste, al alza cuando hay recursos y a la baja cuando faltan». Asimismo, se evidencia que aunque la inversión en infraestructuras sigue siendo la más importante dentro de la inversión pública, ha cedido terreno de forma clara, habiendo pasado de representar en torno al 50% del total en 1995 a poco más del 30% en 2022.
En contra de lo que, a priori, se pudiera pensar, cabe subrayar, además, que una parte no insignificante de la inversión pública (entre el 20 y el 40% del total) es acometida por parte del sector privado; grosso modo, la inversión privada creció durante los años del boom de la construcción y en los primeros años de la recesión financiera (debido a las políticas de ajuste implementadas en esa época) pero, en conjunto, y desde 2004, ha perdido peso en el total.
Aparte de que el estudio también examina el comportamiento inversor a escala regional, del que nos ocuparemos en otra ocasión, dedica un capítulo muy interesante a realizar una comparación internacional, la cual nos permite corroborar que España constituye, al menos en este ámbito, un caso muy especial, tanto en referencia a la inversión real como al esfuerzo inversor. En lo que atañe a la primera, y pese a que los países más avanzados experimentaron una trayectoria similar, ocurre que el nuestro es el que ha exhibido un perfil procíclico más acusado y, con la excepción de Italia, el único que en 2022 mantenía un nivel inferior al que tenía antes de la Gran Recesión. En cuanto al esfuerzo inversor, cabe subrayar que, salvo España, el resto de grandes países ha mantenido un perfil bastante estable a lo largo del tiempo; en nuestro caso, el esfuerzo aumentó de forma continuada hasta 2008, para, a partir de ahí, sufrir una caída descomunal hasta 2013 (pasó de representar el 30% del PIB a sólo el 17%), y anotar una ligera recuperación en los años siguientes.
En definitiva, y de todo lo expuesto, se concluye que la inversión en España (sobre todo la pública) es muy inestable y que sigue una pauta temporal muy alejada de la de las principales economías. Así seguirá siendo difícil mantener un nivel de crecimiento económico estable y converger con esas economías.
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Ana del Castillo
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