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La Vieja Europa no está viviendo su mejor momento, ni desde el punto de vista político, ni desde una perspectiva económica. En ambos frentes se ha visto sobrepasada por los Estados Unidos y, desde hace algún tiempo, también por China. Esto, que es evidente en ... el mundo de la política (no hay más que ver lo poco que pinta Europa a la hora de contribuir a la solución de los conflictos existentes), también lo es en el mundo de la economía, donde su peso específico es, cada día, menor.
Muchas son las razones que justifican esta pérdida de relevancia económica, pero una de ellas, probablemente la más importante, sea el más que preocupante comportamiento de la productividad y, en consecuencia, de la competitividad. Factores tales como unos mayores costes energéticos, una crisis industrial ocasionada, en parte, por una mala gestión de la globalización, y el retraso tecnológico, han contribuido sobremanera a esta pérdida de competitividad, aunque, a mi juicio, todos ellos tienen una causa común: la fragmentación política y económica que, pese a presumir de mucho Mercado Único y mucha Unión Europea, sigue siendo una realidad entre todos los países que conforman el viejo continente.
Ante una situación como la descrita, la UE ha querido y quiere reaccionar, para lo que ha pedido, al antiguo presidente del BCE, Mario Draghi, que elabore un informe proponiendo las medidas que habría que tomar para recuperar el terreno perdido en materia de competitividad y, por lo tanto, de desarrollo y crecimiento económico.
Como es natural, diversas instituciones, entre ellas la propia Comisión Europea, han tratado y tratan de transmitir a Draghi sus preocupaciones al respecto y hacerle llegar las actuaciones que, a su juicio, deberían emprenderse. En este sentido, me parece que, como punto de partida, hay que recordar que, de acuerdo con el último Informe Anual sobre el Mercado Único y la Competitividad, los factores sobre los que habría que incidir para impulsar la competitividad en la UE tienen que ver con el propio funcionamiento del Mercado Único, el acceso al capital privado, la inversión pública y las infraestructuras, la I+D, el progreso en materia de menor dependencia energética, el fomento de la economía circular, la digitalización, la formación, y el comercio y la autonomía estratégica.
Pues bien, aunque el informe no estará listo hasta finales de junio, y seguro que, de una forma u otra, tomará en consideración los factores mencionados, las líneas maestras del mismo las ha filtrado el propio Draghi en varias intervenciones antes distintas instituciones comunitarias. Hastiado un tanto de la creencia de que el libre funcionamiento de los mercados es la panacea, Draghi, que considera que la globalización no ha jugado el papel que se creía que iba a jugar (promover el crecimiento del comercio, el desarrollo económico, y la reducción de la desigualdad a escala mundial) propone, como fulcro sobre el que pivotar todas las medidas, un mayor intervencionismo por parte de los poderes públicos. Por eso, y a expensas de una mayor concreción que, creemos, nos presentará en su informe, Draghi propone al menos tres tipos de medidas: relajar un tanto las reglas de la competencia, ser un poco más tolerante con la inflación y, por último (pero no en último lugar) flexibilizar la política monetaria.
Salvo que lo que se ha filtrado a la prensa no se haya transmitido de forma correcta al gran público, la primera medida me resulta un tanto sorprendente pues, a priori, parece que choca con la propuesta básica de más intervención pública; habrá que ver cómo se concreta. En cuanto a las otras dos medidas, creo que ambas tienen mucho de razonable. La de ser algo más tolerante con la inflación tiene sentido, entre otras cosas porque permitiría una más fácil financiación de la transición verde y porque ofrecería más margen de maniobra a los gobiernos ante futuras perturbaciones económicas. Por otro lado, conociendo la trayectoria de Draghi al frente del BCE (y tomando en consideración, asimismo, la evidencia empírica ofrecida por otros bancos centrales), la relajación de la política monetaria y su coordinación con la política fiscal me parece una propuesta absolutamente lógica.
¿Servirá todo esto para que, poco a poco, la UE recupere en la esfera económica (y, quizás, en la política) parte del peso perdido? En mi opinión, no. Solo sería posible lograrlo si la UE fuera capaz de conformar unos auténticos Estados Unidos de Europa, algo de lo que, por desgracia, estamos muy lejos.
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