Secciones
Servicios
Destacamos
El año que acaba de concluir se ha comportado, desde una perspectiva laboral, de forma extraordinaria. Una afirmación de este calibre puede parecer exagerada, pero, cuando la dice alguien con conocimiento de causa, como la ministra Calviño, que suele ser bastante comedida en sus declaraciones, ... tengo la impresión de que adquiere una nueva dimensión. En contra de la mayoría de los pronósticos, 2022 se ha cerrado con una cifras estupendas en nuestro mercado de trabajo, pues el mismo registró una intensa creación de empleo, una fuerte caída del desempleo (incluso considerando que haya algo de verdad en la polémica sobre el tratamiento de los fijos discontinuos) y con una reducción nada despreciable de la temporalidad.
Este «extraordinario» comportamiento se ve ensombrecido, sin embargo, por dos elementos que no se pueden ni deben obviar. El primero de ellos es que en el cuarto trimestre del año se produjo una fuerte desaceleración en el mercado laboral, desaceleración que la mayoría de los expertos consideran que se prolongará durante un parte importante (cuántos meses y en qué medida nadie lo sabe) a lo largo del año actual. El segundo es que, en comparación con la mayoría de los países europeos, nuestro mercado de trabajo sigue arrastrando algunos problemas que, por su persistencia en el tiempo, se han vuelto crónicos; en esencia, se trata de reducidos niveles de las tasas de actividad y ocupación, y elevados niveles de la tasas de desempleo y temporalidad, amén de un comportamiento procíclico muy fuerte. En relación con estas cuestiones no puedo dejar de mencionar algo que me parece una penosa incongruencia: por un lado, necesitamos (y necesitaremos en el futuro todavía más) atraer mano de obra extranjera y, por otro, y al tiempo que ciertos sectores demonizan a la que ya está aquí con nosotros (los sufridos inmigrantes), somos incapaces de atraer a nuestra propia mano de obra, tal y como evidencian las elevadas tasas de inactividad y desempleo.
Ninguno de estos problemas tiene fácil solución, y la mejor prueba de ello es que llevamos muchos años tratando de solventarlos, por desgracia sin demasiado éxito. Cierto que la reforma laboral introducida hace algo más de un año ha contribuido a mejorar bastante las cosas, pero cierto también que, como reza el título de esta colaboración, queda mucho por hacer. Entre las cosas que quedan por hacer me parece que, cuando menos, hay tres sobre las que debería haber un amplio consenso. Sin que su exposición indique orden de importancia, la primera de ellas se refiere al fortalecimiento de las políticas activas de empleo; dado que la mayoría de estas recaen sobre los servicios públicos de empleo, llaménse como se llamen, considero que estos habría que reestructurarlos de la manera más adecuada posible para que fueran mucho más eficaces en su labor de casar ofertas y demandas de empleo. La segunda medida que habría que introducir está de alguna forma vinculada a la anterior, pues supondría la adecuación de la formación profesional y, en parte, universitaria a las necesidades de las empresas; pese a que en este ámbito se están adoptando medidas de forma casi continuada, lo cierto es que la formación ofrecida no termina de satisfacer las peticiones formuladas por el colectivo empresarial. La tercera medida que habría que desarrollar es la más complicada de todas, pues implicaría cambios sustanciales en nuestra estructura productiva que, como es bien sabido, se encuentra demasiado sesgada hacia actividades que no sólo son trabajo intensivas sino que, en muchos casos, lo son de trabajo escasamente cualificado; aprovechar los fondos europeos Next Generation para intentar dar una vuelta sustancial a nuestro tejido productivo, orientándolo mucho más hacia actividades relacionadas con el capital humano, la digitalización, la economía verde, etc., etc., sería lo más pertinente.
Aunque ninguna de las actuaciones mencionadas tiene nada de novedoso, su desarrollo supondría una mejora muy sustancial para lograr un buen funcionamiento de nuestro mercado de trabajo. En mi opinión, si no se llevan a cabo, o si se hace pero a un ritmo mucho menor del deseable es debido, primordialmente, a la incapacidad y/o a los intereses creados de los tres colectivos más implicados en el asunto: los gobiernos (central y autonómicos), la patronal y los sindicatos. ¿Se pondrán alguna vez de acuerdo en implementar reformas estructurales que permitan avanzar de forma decidida en esta materia? Como en otros muchos aspectos de política económica, la pelota está, y seguirá estando, en su tejado.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.