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Es obvio que la inmediatez de las próximas elecciones autonómicas y municipales y la cercanía de las generales está caldeando el ambiente social, económico y político, y que cualquier excusa es buena para destruir, que no para construir. En este sentido, en las últimas semanas ... se han sucedido acontecimientos que, pese a ser de naturaleza fundamentalmente económica, también tienen una enorme trascendencia en los otros dos ambientes mencionados.
Sin lugar a dudas, el más destacado de todos ellos ha sido el protagonizado por Ferrovial que, como es bien sabido, aprobó cambiar su sede de Madrid a Amsterdam. Tengo para mí que la circunstancia de que las posiciones acerca de este cambio se hayan polarizado tanto como lo han hecho no es otra cosa que el resultado de las contiendas electorales a la vista. Reconociendo el derecho de la compañía a tomar la decisión que tomó, y reconociendo que estoy absolutamente en contra de la misma, lo que esta ha puesto de relieve, por si éramos tan ingenuos de no saberlo, es que las multinacionales no tienen patria ni corazón. Van allá donde consideran que pueden obtener mayores beneficios, que suele ser donde la legislación y el cumplimiento de la misma son más laxos, y no tienen ningún empacho en abandonar un territorio cuando estiman que ya no les es rentable seguir en el mismo. Este es, a mi juicio, el caso de Ferrovial, pues, aunque estoy convencido de que algunos de los argumentos esgrimidos por la empresa para proceder a realizar el cambio de sede son respetables, lo que deliberadamente se olvida es que la misma ha nacido, crecido y desarrollado gracias a la 'generosidad del Estado', esto es, de todos los españoles; amén, claro está, de que una parte nada desdeñable de su éxito pueda deberse a lo que Xavier Vidal-Foch ha calificado como 'los pozos negros' de la compañía. Por fortuna, otras empresas españolas en situaciones muy similares optan por quedarse aquí y numerosas e importantes las empresas extranjeras confían en la estabilidad económica y jurídica que ofrece nuestro país; lo que no quita para que haya que pensar en una estrategia para mantener las primeras y atraer más a las segundas.
Entre los acontecimientos destacados de las últimas semanas subrayo los relativos a la proliferación de actos en los que los políticos que se juegan algo en las próximas elecciones quieren ilustrarnos sobre lo que harían para solventar los problemas de su comunidad autónoma o ayuntamiento. En este sentido, he tenido la fortuna de asistir no hace mucho a uno de estos actos y, en consecuencia, la posibilidad de interpelar a un político/a candidato/a a la presidencia de Cantabria. Con todo mi respeto y consideración hacia esta persona, he de reconocer que la respuesta que me dio a la pregunta de qué actuaciones concretas tenía previsto adoptar para mejorar la economía de la región me dejó bastante descolocado. Y me dejó descolocado porque su respuesta se limitó a 'gestión y bajada de impuestos'. Aunque no tengo ninguna duda de que la mejora de la gestión es una tarea imprescindible en cualquier responsable de la 'cosa pública', no solo no creo que con eso sea suficiente, sino que, además, tengo mis dudas acerca de la capacidad de gestión del partido que sustenta a la referida persona candidata; y ejemplos sobre esto, lo mismo que en el caso de otros partidos gobernantes, existen más de los que quisiéramos. En cuanto a la bajada de impuestos, me opongo radicalmente a la misma no sólo porque la famosa curva de Laffer, en la que supongo se sustenta la propuesta, está completamente desacreditada, sino sobre todo porque no se especificó para nada a qué impuestos, y en qué condiciones, se aplicaría tal bajada.
Para finalizar, y a mi juicio relacionado también con la proximidad de las elecciones, se ha producido toda una serie de declaraciones con la figura del empresario como protagonista; unas para denigrarlos y otras para ensalzarlos. Pues bien, ni lo uno ni lo otro. Entre los empresarios, como en cualquier otra actividad, hay de todo, por lo que, si bien es cierto que son determinantes en la creación de empleo y riqueza, también lo es que no me parece oportuno esconder que hay casos en los que son todo menos ejemplares. Y el de Ferrovial es, precisamente, uno de ellos; el más sonado, pero no el único.
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