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Hace ahora sesenta y cinco años que el influyente economista John Kenneth Galbraith publicó 'La sociedad opulenta', un libro que, entre otras muchas cosas, trataba ... de poner de relieve la abundancia en la que vivía la sociedad de la época. Desde entonces hasta hoy ha llovido mucho y, al menos desde el punto de vista económico, es indudable que las cosas han mejorado de forma significativa, y que vivimos en un mundo mucho más opulento, más rico. Y, sin embargo, …
Sin embargo, pese a esta mayor opulencia, pese a la gran riqueza que nos rodea, ocurre que la pobreza sigue siendo una de las notas estructurales dominantes de nuestra sociedad. No me atrevería a decir si, en líneas generales, en mayor o menor medida que cuando Galbraith escribió su libro, pero sí que ahora es más visible, más patente, quizás por el contraste con una mayor riqueza y porque, naturalmente, se la presta más atención, al menos desde una perspectiva política, analítica y mediática. En este sentido, la publicación titulada 'El estado de la pobreza en las comunidades autónomas 2023', realizada a partir de la explotación de los microdatos de la Encuesta de Condiciones de Vida, y haciendo uso de indicadores tradicionales sobre la pobreza, pone de manifiesto algunos rasgos interesantes de la misma en los últimos años, rasgos que deseo compartir con todos ustedes.
Empezando por la tasa Aropo (porcentaje de la población que vive con ingresos por debajo del 60% de la mediana, y/o que sufre de privación material severa, y/o que vive en hogares con una intensidad de empleo muy baja), el primero de estos rasgos es la fuerte dispersión territorial que, de acuerdo con la mencionada tasa, se manifiesta en nuestro país. Con un nivel medio del 26%, sucede que las regiones al sur de Madrid no sólo padecen unas tasas de pobreza y/o exclusión social (33,1%) mucho mayores que las regiones al norte de la citada comunidad (20,5%), sino que, además, ocurre que la desigualdad se agudizó notablemente durante los años de la crisis; el motivo, que la recuperación macroeconómica registrada a partir de 2014 no ha tenido la suficiente entidad como para compensar el aumento en los años mencionados. Las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla, con tasas por encima del 40% son las que cuentan con una tasa Arope más elevada, mientras que Navarra, con una tasa del 14,5%, es la que disfruta de una mejor posición.
Si nos centramos exclusivamente en el riesgo de pobreza, la situación no difiere, en esencia, de la comentada en relación a la tasa AROPE. En efecto, y este es el segundo rasgo a destacar, las ciudades de Ceuta y Melilla siguen siendo las que padecen una situación más crítica (con tasas de pobreza por encima del 34%) y Navarra la que disfruta de una mejor situación, con una tasa por debajo del 11%; la dispersión sigue siendo muy amplia, pues la media nacional se sitúa en el 20,4%, ligeramente por encima de la registrada en el momento del estallido de la crisis financiera de 2008. Algo parecido ocurre en materia de dispersión territorial en relación tanto con la privación material y social severa como con el indicador correspondiente a los hogares con baja intensidad de trabajo; Ceuta y Melilla continúan ocupando las posiciones más críticas, pero ahora son, respectivamente, País Vasco y Aragón las mejor situadas.
El tercer rasgo a subrayar, es que, a escala europea, y pese a la mejora registrada en el último bienio, España es el cuarto país con mayor tasa de pobreza y exclusión social, solo por detrás de Rumanía (34,4%), Bulgaria (32,2%) y Grecia (26,3%).
Por último, y en lo que concierne a Cantabria, valga decir que, con una tasa Arope del 19,5%, es la cuarta región con riesgo más bajo. A destacar, asimismo, que la tasa de pobreza propiamente dicha (14,8%) está casi seis puntos por debajo de la media nacional, y que la pobreza severa se situó en el 5,1%, porcentaje que también está por debajo de la media del país y que, además, es el segundo mejor del conjunto nacional. Pese a este buen posicionamiento relativo, ocurre que Cantabria, como el resto de comunidades, no cumple, ni de lejos, con los objetivos marcados por la Agenda 2030; para hacerlo, la población en riesgo de pobreza y exclusión debería reducirse en más de 22.000 personas, lo que da una idea de la tarea que, como sociedad, nos queda por hacer.
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Ana del Castillo
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