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He de reconocer que he dudado si escribir o no este artículo, como he dudado si debía titularlo como lo he hecho o habría sido más ajustado titularlo 'miente, que algo queda'. La primera duda la he solventado rápidamente, porque no quiero autocensurarme; sobre la ... segunda sigo teniendo dudas, porque creo que ambos títulos son válidos.
Empecemos por el que no he utilizado. Aunque es obvio que la situación económica dista de ser la mejor, porque son muchos los problemas por resolver, me sorprende que haya quien niegue que España es, dentro de los grandes países europeos, el que mejor va desde una perspectiva económica. Jamás se me ocurriría decir que va como una moto, pero mucho menos que va como una moto averiada. ¿Cómo se puede negar lo evidente? ¿No estamos creciendo más que la media europea? ¿No estamos controlando la inflación mejor que nuestros socios comunitarios? Será por suerte, casualidad o por las políticas desplegadas, lo cierto es que no hay ninguna duda de que, dentro de lo complicado de la situación que sufre la economía mundial, la nuestra va razonablemente bien. Negarlo es mentir de forma clara y descarada, esperando, quizás, que con ello se logren réditos políticos en la próxima contienda electoral.
Si del 'miente, que algo queda', pasamos al 'puedo prometer y prometo' que acuñó Adolfo Suárez, estaremos de acuerdo en que todos los partidos, sin excepción, prometen el oro y el moro en campaña electoral, para, después, cumplir… Lo que cumplen. Lo curioso del que caso que traigo a colación en esta ocasión, que es el de Cantabria, pero que se repite en otros lugares, es que se prometen cosas sin efectuar (u ocultando) el más mínimo cálculo del coste que implicaría la realización de tales promesas. En Cantabria se nos ha prometido que se rebajarán algunos impuestos (IRPF, Sucesiones), que se eliminarán otros (Patrimonio) y que se reconstruirá la Sanidad, sin explicitar cómo se va a hacer. Por más que individualmente a todos nos guste pagar menos impuestos, y por más que se nos diga que todo se puede lograr con una buena gestión, me parece indiscutible que, de llevarse a cabo, la reducción impositiva prometida se traducirá en una menor recaudación fiscal y, por lo tanto, en un recorte de alguno(s) de los pilares del bienestar o en un aumento del déficit y la deuda públicos. En efecto, lo de la reducción de los ingresos fiscales no es que lo diga yo, que también, o que sea de sentido común (la famosa curva de Laffer está tan desacreditada que ya nadie la utiliza como argumento para bajar impuestos), es que profesionales tan respetados como Krugman, Premio Nobel de Economía, preguntado al respecto sobre las propuestas de la derecha española, ha dicho literalmente: Ah sí, esa es la gran idea zombi de que los impuestos bajos son un estímulo económico a largo plazo»; o el economista-jefe del FMI que ha dicho: «¿Qué es lo que haría una rebaja de impuestos?. Empeoraría el problema. Eso va en la dirección equivocada». Pues bien, si se recauda menos, ¿cómo se va a pagar todo lo que se dice que se va a hacer? O, para ser más claros, aunque no se diga, ¿dónde se va a recortar? ¿En educación? ¿En sanidad? ¿En servicios sociales? ¿En otros ámbitos? ¿Un poco en cada uno de ellos?…
Por último, y a caballo entre el título utilizado y el que podía haberlo sido, hay otra cuestión económica que me preocupa, tanto en relación a Cantabria como al conjunto del país. Estando claro que, si fuera necesario, se pactaría con Vox, un partido que, entre otras muchas cosas, está en contra del Estado de las Autonomías, parece lógico pensar que, si esto llegara a ocurrir, se pondrían todos los palos posibles en las ruedas del desarrollo de las autonomías, de manera que su funcionamiento económico se vería, necesariamente, perjudicado. ¿O no?
Reconociendo que mucho de lo que se promete en campaña no se cumple, y reconociendo que el mentir explícitamente puede lograr réditos a corto plazo, me parece que deberíamos ser lo suficientemente sensatos como para no otorgar nuestro voto a quienes prometen descaradamente mucho más de lo que pueden cumplir y/o mienten de forma flagrante. En definitiva, que sigo pensando que con las cosas del comer no se juega, y que, si lo hacemos, tendremos que estar dispuestos a pagar las consecuencias.
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