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Puesto que la Economía no es una ciencia exacta, en la que dos más dos sea siempre igual a cuatro, no es de extrañar que la mayoría de los asuntos examinados por la misma se pueden abordar desde perspectivas muy distintas, lo que da lugar ... a que, con frecuencia, sean objeto de debate y, en ocasiones, hasta de controversia. Uno de los asuntos en los que invariablemente ocurre esto último es el de los salarios, su nivel y evolución, pues, dependiendo de la propia situación de cada uno en relación con los mismos, la posición mantenida al respecto puede llegar a diferir de forma más que sustancial.
Tratando de ser, como siempre, lo más objetivo posible en el análisis de este asunto, debería empezar por subrayar lo elemental y de sobra conocido: que el salario percibido no es otra cosa que la retribución por el trabajo realizado. Es por ello que el análisis económico enfatiza el hecho de que, en circunstancias más o menos ideales (lo que se conoce como competencia perfecta), el salario percibido por un trabajador debería ser igual a su aportación productiva; esto es, que el salario debería ser igual a la productividad (marginal). Puesto que estas condiciones ideales no se dan en la práctica, y puesto que la productividad marginal es complicada de medir, tendemos a considerar que los salarios deben fijarse en función de (y no que sean iguales a) la productividad media.
Entendiendo que, en líneas generales, esto es lo correcto, lo primero que procede preguntarnos es si, como norma, los salarios en España se fijan o no de acuerdo con este criterio. Por desgracia, la respuesta a esta pregunta no puede ser taxativa, lo que alimenta aún más la controversia sobre el particular. De acuerdo con un reciente estudio de Adecco, el salario medio español equivale a algo más del 37% de la productividad media. ¿Es esto mucho o poco? Pues depende, pues en países como Alemania, la cifra sobrepasa el 50% mientras que en otros, como Irlanda, no llega al 22%. Esto implica, cuando menos, dos cosas: la primera es que el porcentaje restante (en España más del 60% de la producción) se dedica a retribuir al empresario y a satisfacer todos los impuestos establecidos sobre la producción; la segunda es que, como el abanico dentro de la UE es tan grande (va desde el 22 hasta el 50% mencionados) cabe debatir todo lo que se quiera y más sobre el grado de emparejamiento deseable entre salarios y productividad.
¿Qué hacer? Pues, como quiera que sobre esta última cuestión no hay consenso, a menudo se la sustituye por otra similar, aunque sólo en parte: en lugar de prestar atención a los niveles de salarios y productividad, se aduce que lo correcto es fijarse en su evolución. En este sentido, y tomando como referencia la media del periodo 2017-2022, cabe señalar que la productividad en España descendió un 4,3%, lo que, de aplicarse este último criterio, nos llevaría a concluir que el emparejamiento entre las dinámicas de los salarios y la productividad brilla por su ausencia. Amparándose en esto, habrá quien considere que los salarios están creciendo demasiado, lo que, a mi juicio, está totalmente fuera de lugar.
Y creo que esto es así por dos motivos. Por un lado, porque el hecho de que se dedique más del 60% del valor de la producción a retribuir otros factores distintos del trabajo me parece desorbitado. Y por otro, y admitiendo que tiene que existir un vínculo estrecho entre salarios y productividad, no sólo en lo que se refiere a niveles sino también a tasas de crecimiento, porque considero que nuestro problema está más en la productividad que en los salarios. Y lo está porque la productividad española, además de ser es una de las más bajas de la UE, es una de las que peor ha evolucionado en los últimos años. Las razones de que esto sea así son, sin lugar a dudas, muy numerosas, pero de, entre ellas, quiero referirme a tres: nuestro tejido productivo, caracterizado por una multitud de pequeñas (y hasta micro) empresas, el reducido aprovechamiento de nuestro capital humano (tanto en lo que atañe a los trabajadores como a los empresarios), y la escasa capacidad de emprendimiento y asunción de riesgos de nuestros empresarios ¿Parece razonable, entonces, que sean los trabajadores quienes, con bajos salarios, paguen el pato de la baja productividad? En mi opinión, no.
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