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La deriva proteccionista de la Administración Trump ha alcanzado nuevos y peligrosísimos extremos con las medidas adoptadas el pasado 2 de abril, el autoproclamado Día ... de la Liberación. Utilizando, como siempre, medias verdades y mentiras completas, Trump se ha descolgado con un amplio abanico de aranceles que ponen en jaque al sistema comercial internacional imperante hasta ahora.
Dos son los argumentos básicos sobre los que se sustentan estas medidas: por un lado, como forma de reducir el déficit comercial estadounidense y, por otro, como mecanismo para reindustrializar el país. Ninguno de los dos, sin embargo, tiene demasiada justificación. El primero, porque el déficit comercial se ve más que compensado por el superávit en los servicios y las gigantescas entradas de capitales que el país recibe; y, el segundo, porque el supuesto empleado es muy hipotético, infligirá mucho daño a su propia economía ay, de funcionar, sólo lo hará a muy largo plazo, pues el proceso de relocalización industrial será, necesariamente, muy lento.
Pero, dejando de lado los argumentos mencionados, nuestra preocupación debe dirigirse a cómo responder ante la imposición a la Unión Europea, y a España, de un arancel generalizado del 20%. En un lenguaje nada formal, podríamos preguntarnos cómo actuar ante un matón. La respuesta no es sencilla y debemos ser conscientes de que, sea cual sea, va a implicar costes. Dos cosas, sin embargo, me parecen claras. Por un lado, la única respuesta que está fuera de lugar es la de no hacer nada; aguantar las bravuconadas y golpes del matón y esperar, si es que ello es posible, a que se tranquilice o entre en razón, sólo servirá para envalentonarlo más. Por otro lado, me parece evidente que nuestra respuesta tiene que ser inteligente, esto es, proporcional y aplicada a los sectores y ámbitos donde más daño se pueda hacer a la economía estadounidense y que, por lo tanto, serán los más interesados en rebajar la tensión.
En principio, cuatro son los tipos de medidas sobre los que deberíamos actuar. Una de ellas consistiría en tomar represalias, otra en negociar, negociar y negociar, una tercera estribaría en tratar de diversificar los mercados de exportación y la última, pero no menos importante, en adoptar medidas internas en apoyo a los sectores más necesitados.
La toma de represalias no parece, a priori, la medida más adecuada pues, como decía en una ocasión anterior, lo único que puede conseguir es empeorar las cosas aún más. No obstante, y considerada como un instrumento de anticoerción, podría tener un aspecto positivo si, por un lado, llevara a pensar a los norteamericanos que quizá no sea tan bueno para ellos la imposición de aranceles y, por otro, se utilizara como instrumento ante posibles futuras negociaciones de desescalada. En todo caso, una aplicación indirecta de aranceles a casos muy concretos de empresas americanas que fabrican en terceros países podría resultar muy interesante: por ejemplo, los productos fabricados por Apple y Tesla, que son manufacturados en gran medida en China, podrían ser un objetivo perfecto.
Puesto que Estados Unidos mantiene un superávit muy potente frente a la UE en materia de servicios, este podría ser, también, un ámbito de actuación a tomar en consideración; por ejemplo, gravando de forma conveniente los enormes beneficios de las grandes empresas tecnológicas estadounidenses en suelo europeo, o actuando de forma decidida en servicios tales como el turismo, la educación, y los servicios financieros.
Por supuesto, la diversificación de los mercados de exportación y la búsqueda de acuerdos comerciales nuevos o el fortalecimiento de los ya existentes son medidas en las que habría que incidir de manera decidida y urgente. Y, sin lugar a dudas, habría que adoptar medidas internas para tratar de ayudar todo lo posible a las empresas y sectores que más expuestos están a los aranceles norteamericanos. El gobierno español ya ha avanzado un paquete al respecto, el resto de gobiernos europeos seguro que harán o ya han hecho lo mismo, y la Unión Europea debería también actuar al respecto.
En todo caso, y puesto que Estados Unidos ha sido durante muchos años un socio fiable y tiene muchos elementos en común con la UE, la negociación, no exenta de firmeza por nuestra parte, debería ser la norma seguir. Pero, teniendo en cuenta que las oportunidades las pintas calvas y que hay que hacer de la necesidad virtud, también deberíamos aprovechar la situación para fortalecer nuestra unidad y conformar unos auténticos Estados Unidos de Europa
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