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Que el mercado de trabajo español no funciona con la eficacia que sería de desear es evidente, tanto si nos comparamos con nuestros socios comerciales más importantes como si examinamos críticamente nuestras cifras. Aun así, sería injusto no reconocer que, como consecuencia en parte de ... los cambios regulatorios de los últimos tiempos, la mejoría experimentada en el mismo es muy notable, sobre todo porque, en una época de relativa atonía productiva, el crecimiento del empleo está siendo muy importante.
Aun así, sigue habiendo aspectos de este mercado que no evolucionan tan bien como la ocupación o el desempleo, y uno de ellos es, sin lugar a dudas, el relativo a la dinámica de los puestos de trabajo que se quedan sin cubrir, las denominadas vacantes.
Para entender mejor qué significa este término, valga recordar que el mismo hace referencia a un puesto de trabajo que o bien ha sido creado recientemente, o no está ocupado, o está a punto de quedar libre y para el cual el empleador está tomando medidas activas para encontrar un candidato adecuado fuera de la empresa. Esto es, una vacante se refiere a un puesto de trabajo que el empresario quiere cubrir pero que, por motivos diversos, no lo consigue. Las vacantes se pueden expresar en términos absolutos o relativos; en este último caso se habla de tasa de vacantes, que no es más que la ratio entre el número de vacantes de empleo y la suma de esta cifra con la de ocupados.
Pues bien, aunque sea cual sea el criterio de medida elegido, España se compara bastante bien con los países de nuestro entorno, no ocurre lo mismo con la evolución experimentada y con la que se espera que experimente en el futuro. De momento, y tras aumentar de forma continuada desde 2020, 2023 ha sido el año que ha registrado un mayor número de vacantes (más de 148.000 puestos de trabajo sin cubrir) y uno de los que anota una tasa de vacantes más elevada, todo lo cual se traduce, de acuerdo con cálculos del IVIE, en una pérdida de PIB que supera los 8.150 millones de euros.
Aun cuando, como he sugerido previamente, la mayoría de los países de nuestro ámbito tienen un problema de vacantes mayor que el nuestro (la tasa española no llega al 1% mientras que la media comunitaria se sitúa en las cercanías del 2,7%, y la de Alemania, Países Bajos, Bélgica o Austria supera el 4%), conviene insistir en que nuestra tasa ha ido aumentando desde el año 2000 y que las cifras absolutas casi se han duplicado desde entonces. Además, otro elemento preocupante es que, pese a que la tasa de vacantes varía de unos sectores a otros, todos ellos se ven afectados por el mismo problema, aunque este es bastante más agudo dentro de la Administración Pública y en áreas tales como la Educación y la Sanidad; en la esfera privada, la distribución por sectores es más homogénea, pero llama la atención el hecho de que, en contra de lo que tendemos a pensar, las vacantes en la hostelería no sean las más voluminosas.
El hecho de que, aun siendo bastante contenidas, haya aumentado tanto la cifra como la tasa de vacantes en España es un elemento que causa preocupación de cara al futuro. Si, como se espera, sigue cayendo el desempleo y aumentando el envejecimiento de la población, se jubila la generación del baby-boom, emigra una parte importante del talento formado en el país y no solucionamos los problemas de desajustes formativos (una cosa es el tipo de formación que piden los empresarios y otra el que proporciona el sistema educativo), no cabe esperar otra cosa que crecimientos adicionales de las dos magnitudes mencionadas, la absoluta y la relativa.
De producirse este fenómeno, el IVIE estima que el coste de las vacantes en términos del PIB podría más que triplicarse, acercándonos así al patrón europeo de vacantes. Por ello, y de entre las distintas medidas que habría que adoptar para evitar esta convergencia no deseada (es triste que donde queremos converger no lo logremos y donde no lo queremos lo consigamos) hay dos que me parecen absolutamente necesarias: por un lado, avanzar de forma coordinada en la mejora de nuestro sistema formativo, tanto por parte del sector público como del privado, y, por otro, mejorar las condiciones laborales de todos los trabajadores potenciales, pero, sobre todo, las de los más cualificados.
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