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El vocablo que titula esta columna es italiano y lo he oído pronunciar en numerosas ocasiones, particularmente al Papa, en referencia a algunos hechos especialmente dramáticos y vergonzosos para nuestra sociedad, casi siempre vinculados a tragedias migratorias o desastres motivados por algunas de las múltiples ... guerras que asolan el planeta. Me parece un vocablo potente, que, aunque en una dimensión completamente distinta, creo que encaja como anillo al dedo para referirme al comportamiento que comento a continuación.
Creo no exagerar si digo que vivimos en un mundo en el que, pese a las regulaciones existentes, el capitalismo ultraliberal campa por sus respetos y hace negocio de todo; en el fondo, y como decimos cuando queremos burlarnos amigablemente de los catalanes, 'la pela es la pela'. Esto que es verdad en muchos ámbitos de la vida, lo es mucho más, si cabe, en el financiero, donde parece que la avaricia no tiene límites. Hoy quiero hacer referencia a dos ejemplos concretos de esta avaricia que, aunque conocidos en líneas generales, tendemos a pasar por alto y no darles ninguna importancia. Y la tienen, vaya si la tienen, sobre todo porque retratan muy bien el comportamiento vergonzoso del sistema financiero, y una perniciosa y lamentable connivencia entre lo privado y lo público. Ambos ejemplos tienen que ver con la evolución reciente de los tipos de interés y con las enormes ganancias obtenidas por los bancos (al menos dentro de la UE y, en concreto, en España) a cuenta de ello.
El primero de estos ejemplos se refiere al hecho de que las subidas de tipos, justificadas como mecanismo para controlar la inflación, han sido aprovechadas por los bancos privados para elevar los tipos aplicados a todos los préstamos concedidos por los mismos, y en particular a los hipotecarios, sin que, en paralelo, hayan aumentado la retribución de los depósitos. Esto es un negocio redondo (yo te cobro más por lo que te dejo pero te pago lo mismo por lo que tú me dejas) que es posible porque la regulación financiera lo permite. Las autoridades, en concreto las españolas, se han limitado a sugerir (pero nunca a imponer) que los bancos deberían hacer partícipes a los depositantes de los beneficios derivados del aumento de tipos.
El segundo ejemplo es, si cabe, más sangrante y difícil de entender. Según ha trascendido en una Carta Abierta que economistas muy destacados y eurodiputados enviaron en su día al BCE, esta institución ha contribuido de forma muy activa a agrandar los beneficios de la banca privada en la Eurozona. ¿Cómo? Muy sencillo. Retribuyendo con el 4% de interés a las reservas que los bancos privados tienen depositadas en los bancos centrales. Curioso ¿no? Resulta que si yo deposito una cierta cantidad de dinero en un banco privado, este me lo retribuye, en promedio, con un interés que raramente llega al 1%, pero si el banco deposita esa misma cantidad de dinero en el BCE, este le abona religiosamente el mencionado 4%. Otro negocio redondo que surge de la mencionada 'connivencia' entre lo público y lo privado y que, cómo no, terminamos pagando, de una forma u otra, todos los contribuyentes. Como apuntaron en noviembre pasado en el periódico Cinco Días un exvicepresidente de la CNMV y un exjefe de regulación del Banco de España, «estos pagos van a generar importantes pérdidas y deteriorar el patrimonio del Banco de España». Al respecto, y de acuerdo con estimaciones solventes que llegan hasta agosto de 2023, los bancos europeos recibieron por esta vía nada menos que unos ingresos de 146.000 millones de euros, de los que 9.170 correspondieron a bancos españoles. ¡Qué maravilla¡
Aun cuando los dos ejemplos mencionados evidencian con toda claridad un tipo de comportamiento que a mí me parece vergonzoso, el círculo se cierra si, para más inri, tomamos en consideración que el impuesto a los beneficios extraordinarios de los mismos, que han establecido algunos gobiernos, entre ellos el español, se considera por parte de los bancos como un ataque a la libertad de empresa y se señala como posible 'inhibidor' de inversiones o desarrollos financieros ulteriores.
Nadie duda que la libertad de empresa es fundamental para lograr el progreso económico y social de un país, pero supongo que nadie dudará tampoco de que los dos casos aquí expuestos son más ejemplos de libertinaje económico que de libertad. ¿O no? ¿Me estaré pasando de frenada y viendo gigantes donde sólo hay molinos? Juzguen ustedes y saquen sus conclusiones.
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