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Son muchos los términos (Generación '@' o 'digital' o '2.0'...) que se usan en sociología para referirse a esta juventud de nativos digitales. La transcendencia ... y consubstancialidad que adquieren las TIC en la condición juvenil actual conlleva oportunidades pero también riesgos, vinculados a problemáticas que no son nuevas, pero que adquieren una magnitud inusitada a la luz de las nuevas tecnologías: ciberacoso escolar, amenazas y chantajes 'online', webs de pornografía infantil, ludopatías y otras adicciones sin sustancia (móvil, videojuegos...).
Al igual que con el consumo de alcohol juvenil, existe bastante hipocresía social al respecto: los mismos padres que nos llevamos las manos a la cabeza con las nuevas adicciones, ponemos en riesgo a nuestros hijos agasajándoles con móviles cuando no han terminado la educación Primaria. La misma sociedad que se alarma con las ludopatías de los jóvenes, olvida que han crecido en una cultura donde los juegos de apuestas se hallan «normalizados» y aceptados socialmente, y suponen una fuente de pingües beneficios para el Estado, ¿o nos olvidamos de las tradicionales loterías, máquinas tragaperras, bingos, quinielas y casinos?
Las apuestas además, suponen para ellos un reclamo, un espejismo de dinero fácil, en una sociedad que sólo les concede protagonismo a la hora de consumir y les condena a la precariedad laboral y al retraso emancipatorio.
No obstante, los expertos nos advierten de un 'boom', en los últimos años, del fenómeno de las ludopatías juveniles. Y de que, como ocurría con las drogodependencias en los años 60-70 o con las sectas destructivas en los 80, todavía no existe una percepción social clara del riesgo, ni somos conscientes de las consecuencias que ello puede acarrear a medio plazo.
Urge intervenir y regular para atajar aquellos aspectos más sangrantes del problema, como la desmedida publicidad de las apuestas online, tal y como se ha hecho con el tabaco y alcohol, pese a contar también con poderosas industrias.
Resulta lamentable ver a celebridades del deporte y del arte alentando al consumo entre sus seguidores. E incongruente ya que, tradicionalmente se usaba a las celebridades para promover campañas preventivas. En ese sentido contrasta la actitud de las actuales estrellas del fútbol que promocionan apuestas, con la grandeza de Pelé, quien rechazó una oferta multimillonaria para anunciar tabaco; o de Cruyff cuando, tras sufrir un infarto, aceptó colaborar con las autoridades sanitarias en sus políticas preventivas del tabaquismo...
Otro aspecto donde urge regular e intervenir son las casas de apuestas y sus prácticas dirigidas a captar jóvenes, como el hecho de buscar ubicaciones cercanas a centros educativos u ofrecerles descuentos en las bebidas alcohólicas, o invitaciones a refrescos y a desayunos antes de clase. Frente a quienes defienden la libertad de mercado por encima de cualquier consideración, me gustaría hacer una reflexión: por lo general, cuando se abre un nuevo negocio en un barrio es porque aporta un producto de interés o algún tipo de valor añadido a la comunidad. Pero, ¿qué es lo que aporta una casa de apuestas? ¿Acaso diversión o espectáculo? En realidad eso lo aporta el deporte-rey del que se aprovechan y al que están contribuyendo a corromper cada vez más, a tenor de los escándalos de compra de resultados.
Esta connivencia entre el negocio del juego y el del fútbol (cuya creciente mercantilización está llegando a crear situaciones tan esperpénticas como trasladar la Supercopa a Arabia Saudí) sería otro factor explicativo del problema.
Estamos, pues, ante un fenómeno complejo, poliédrico y difícil de abordar, ya que existen en él muchos intereses creados y poderosos lobbies, por lo que debería abordarse de forma global, por parte de los distintos actores sociales implicados.
Los poderes públicos, por un lado, deben ponerse las pilas y abordarlo con valentía y urgencia, porque existe cierta percepción social de que se está reaccionando un poco «a remolque» de los acontecimientos. La propia presión social también puede y debe jugar un papel relevante, no sólo instando a intervenir a las administraciones competentes, sino presionando a los propios lobbies de los negocios del juego y del fútbol. No olvidemos el relevante papel que jugaron las asociaciones de madres de heroinómanos en los 80, quienes además de situar el problema en la agenda política, llegaron a enfrentarse y realizar escraches a los propios narcotraficantes. Actualmente están surgiendo interesantes movimientos ciudadanos del tipo «no en mi barrio» frente a la proliferación y expansión de las casas de apuestas. Por último, el principal actor social que puede defenderse de las ludopatías juveniles serían los propios jóvenes, haciéndose conscientes de las trampas y los cantos de sirena que les imponen unos pocos aprovechados, con el fin de lucrarse a costa de muchos. En ese sentido, la juventud del 68 se apropió del eslogan de Jung 'todos nacemos originales y morimos como copias', para referirse al gregarismo que se nos impone desde esta sociedad de consumo, en la que -bajo la apariencia de una mayor libertad personal y capacidad de elección- surgen continuamente nuevas formas de alienación y manipulación que atentan contra nuestro bien más preciado: el de poder ser, verdaderamente, nosotros mismos.
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