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Una vez más estamos en tiempo electoral —me entran sudores—, aunque España siempre es un continuo estado electoral. En cuanto te descuidas se repiten unas elecciones o se adelantan, porque los ciudadanos 'no han votado bien'. Y en este caldo de cultivo florece el candidato.
'Candidato' es un término que procede del latino 'candidus', blanco brillante, puro, inmaculado. En Roma, quienes se postulaban en las elecciones lucían relucientes togas blancas. Incluso parece que había quienes mostraban su cuerpo para que se viera su contribución a la patria en forma de heridas de guerra. Sin embargo, ahora los verdaderamente 'cándidos' somos algunos de los votantes.
Hablaba hace unos meses un representante de los empresarios del sector de la construcción y, además de congratularse por el buen año transcurrido, aventuraba un mejor 2023. En año electoral la obra pública literalmente se viene arriba, se desboca. No hay rubor. Todo el mundo lo sabe y parece normal.
Hace años que cada vez que un político se sube a la palestra electoral se destacan de él obviedades, que nunca hubiéramos pensado que fueran atributos para reseñar. Así, nunca he sabido qué nos quieren decir con que un candidato es dinámico. Pero tener que resaltar que un político es honrado resulta preocupante. Porque solo faltaba que no fuera así.
Seguimos siendo de «o conmigo o contra mí». Facha al levantarte, comunista al mediodía, franquista a la merienda, para acostarte bolivariano. Y todo dependerá de tu opinión, postura, guiño o forma de hablar. Incluso de a quien sigas en las redes sociales.
En tierras hispanas raro es el candidato que no alude al incumplimiento de una promesa porque fue realizada en periodo electoral. Es decir, se ha establecido que en este tiempo vale todo: mentir y engañar. «Hombre, eran elecciones, qué van a decir». La verdad, por ejemplo.
Ingenuamente, pensaba que cada postulante, a partir de su experiencia personal, quería aportar a la sociedad todo su saber en favor del país o de la aldea. Pero claro, en Iberia han emergido, como los clientes en rebajas, los profesionales del ramo. Con una vida laboral tan corta como tu sueldo. Y normalmente con un solo empleador: el propio partido. Y el afortunado, para llegar hasta donde está, o bien ha destacado por ser implacable, o bien su carrera ha sido gris, tragando bilis hasta que un dedo todopoderoso lo ha designado. Por supuesto, existen excepciones. Los hay que se desviven por su pueblo, el cargo les cuesta dinero y más de un disgusto familiar. Pero son como un joven independizado. Rara avis.
Pero si algo me parece lógico es que algunos candidatos tengan que echar mano de un Ferrari y contratar como chófer al mismísimo Carlos Sainz. Llegar a todas las inauguraciones es una hazaña solo al alcance de un héroe de Marvel. ¡Qué cosas!
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