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La EBAU, prueba de acceso a la Universidad, vamos, la selectividad, de toda la vida, se presenta ante nuestros jóvenes bachilleres como una afilada espada de Damocles. «Errare humanum est» (equivocarse es humano), pero tanto... En unos cuantos, más bien muchos, de los exámenes de ... este año de la EBAU de nuestra querida tierra finita han aparecido errores en la formulación, estructura o en el temario. No es un asunto nuevo, al contrario. Los exámenes los realiza la coordinación universitaria, y parece, desde hace demasiado, que para la Universidad de Cantabria la prueba es más una molestia que una oportunidad. No pocos coordinadores ejercen su cargo a regañadientes. Y a la luz de los resultados, así nos va.
Pero el asunto de la EBAU no se queda ahí, tiene enjundia. Cribar los resultados obtenidos en el bachillerato mediante una prueba general objetiva e imparcial es, aparentemente, un acto de justicia y equidad. Lamentablemente, se ha convertido en todo lo contrario.
Porque la ecuanimidad se estrella con el peculiar sistema hispano, donde somos pioneros y referente mundial. España no tiene un sistema educativo, tiene diecisiete, uno por cada comunidad y ciudad autónoma. Si la nota obtenida en dichos exámenes sirve para el acceso a cualquier universidad del territorio hispano, lógicamente tanto los contenidos como el examen han de ser los mismos. Pues no. Somos un estado educativo plurinacional, pluridisciplinar y tan «pluri» que en cada comunidad se enseñan unos contenidos diferentes y con una evaluación diversa.
Efectivamente, si no nos ponemos de acuerdo en nada, cómo íbamos a hacerlo en la educación. Se pondera un sistema injusto, dependiendo de dónde se estudie y el qué. Posiblemente sea esta una de las pruebas más estresantes. En tres días se ponen en entredicho nuestros conocimientos y puede que nuestra vida venidera. Con todo, el estudiante brillante lo es aquí, en Melilla, en Mondragón o en Lanzarote.
Pero no todo iba a ser confrontación, pluralidad y disenso, hemos logrado converger y aunar esfuerzos en una disciplina: la picaresca. Un género típicamente ibérico, del que no reniegan ni los más acérrimos 'aldeano-nacionalistas'. Este género nos homogeniza, se extiende por toda la península, las ínsulas y el norte de África. En eso somos de lo más igualitarios. Los alumnos han pasado a ser clientes y hay un verdadero mercado persa para hacerse con los consumidores. De tal forma que centros privados y concertados —y desde hace tiempo no pocos públicos—compiten por hacerse con el mercado, en una bochornosa subasta por elevar las notas.
Y en eso estamos, con una nueva ley educativa que sí, pero no, y con una nueva selectividad que puede que sea o que tampoco. Y además con el aderezo de unas anticipadas elecciones, que no pronostican nada bueno para la educación patria. ¡Qué pereza todo!
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