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Subirse en un tren en marcha suele tener muchos riesgos. Desde perderlo, hasta salir descalabrado. Con el curso acostumbra a iniciarse la rutina y la vuelta a la normalidad. Pero en Hispania lo habitual y acostumbrado es unir en la misma frase educación y polémica. ... Cada año más incertidumbre. ¿Se imaginan que en medio de la final del mundial de fútbol o de una pachanga de barrio, las reglas iniciales cambiaran de repente y lo que al principio fueron ya no son? O incluso, ¿que comience el encuentro sin saber cuáles son los criterios por los que se va a regir? Pues un poco o un mucho es lo que ocurre de nuevo en este curso.
Comenzamos con la incertidumbre de cómo va a ser la antaño selectividad, después EBAU y ahora… a saber. Este hecho no solo afecta a los alumnos que terminan el bachillerato, sino que repercute en qué y cómo enseñar en toda la etapa.
A la inseguridad de cómo se va a evaluar y qué, se añade la incapacidad política para ponerse de acuerdo en el asunto educativo. La selectividad en este país es bastante comparable al ejercicio de riesgo de pedir un café tras una comida de amigos. Bien pudiera parecer una competición para que nadie requiera lo mismo. Entre un mediano y un café con una nube de leche semidesnatada y sin lactosa de vaca frisona criada con música de reguetón en las brañas del Asón, hay un largo trecho.
Diecisiete sistemas, diecisiete exámenes. Cada comunidad imparte en sus materias lo que estima oportuno, y puede que coincida con la provincia vecina en casi todo o en apenas nada —por no hablar del dispar nivel de dificultad—. Se supone que se enseñan aspectos básicos comunes. Pero en España se dan por supuestas demasiadas cosas. Somos el paradigma de la pluralidad, de la diferencia y la desigualdad. De tal forma que la EBAU se ha convertido más bien en eBay. Un mercado persa donde cada cual plantea lo suyo. Es decir, depende de dónde estudies y de qué estudies tendrás unas u otras oportunidades y tu nota valdrá más o menos.
Así que alumnos, profesorado y familias volveremos a lanzarnos los trastos a la cabeza. Poniendo en tela de juicio la profesionalidad de los docentes, el interés de los alumnos y la implicación de las familias. Luchas intestinas que enmascaran el problema global de la educación.
Una vez más la educación como arma arrojadiza. ¿Se imaginan que el PP y el PSOE se pusieran de acuerdo en el asunto educativo? Ambos partidos se han alternado en el gobierno a lo largo de cuarenta años, pero las ideas brillantes siempre surgen cuando gobierna el otro. Lo de «café para todos» parece que no siempre es lo que interesa. Veremos.
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