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Leía hace unos días en este nuestro periódico la siguiente declaración: «Torrelavega está en el mejor momento de los últimos 50 años». Literalmente y sin anestesia. Es evidente que mi comprensión lectora cada día se resiente más con lo que cree leer, de tal forma ... que tuve que volver sobre el titular para confirmar si lo había entendido bien. Y hete aquí que sí, que decía exactamente lo que parecía.
Nuestra clase política confunde muy a menudo lo que desea o quiere que creamos con la verdadera realidad. El día a día de las gentes y de los pueblos y ciudades se muestra habitualmente tozudo, claro y meridiano. Es complicado de ocultar y cambiar lo que acontece o ocurre porque simplemente alguien lo diga.
Siempre hemos sido una ciudad dada al humor y a la comedia, hasta un concurso de cómic patrocina nuestro Ayuntamiento, pero la comedia institucional se nos está yendo un poco de las manos. Curiosamente, esos últimos cincuenta años los ha vivido, enteritos, todos y cada uno, quien suscribe, y aunque cada opinión es siempre subjetiva, la ciudad de Torrelavega no atisba, ni roza, ni se acerca a su mejor momento. Tampoco diría que al peor, pero desde luego está más cerca de esa orilla que de la otra.
La hipérbole en política cada vez está más permitida, y lo que es peor, no pasa factura. De ahí que se pueda decir desde un púlpito institucional cualquier cosa y la contraria. Una por la mañana y la otra al atardecer, o antes. Sin embargo, no todo vale, o al menos no debiera. Quienes han vivido, y viven en este rincón del valle del Besaya y tienen perspectiva histórica, si son sinceros con ellos mismos y con su tierra, han de ver y reconocer que Torrelavega vive estos últimos años una situación tan triste como crítica. No hace falta un sondeo demoscópico o contratar a un ingeniero de datos y de análisis del Instituto Tecnológico de Massachussets para constatarlo, es suficiente con darse un paseíto por la ciudad, detenerse y mirar derredor. Incluso se pueden arriesgar a preguntar sobre el asunto a cualquiera que se encuentren por la calle y que supere la cincuentena.
No faltarán quienes me tachen de derrotista, sectario o corto de miras, y así puede ser. Pero quien conozca esta ciudad en el último medio siglo y la analice —desprovisto de la bufanda de hooligan de un partido o ideología— sentirá rubor ante tales afirmaciones de nuestros alcalde y teniente de alcalde.
No dudo en absoluto que algunos viven en la ciudad su mejor momento. Nos guían y comandan quienes hemos decidido que lo hagan y en el pecado los torrelaveguenses llevamos la penitencia. Aunque ya se sabe: sarna con gusto… Veremos.
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