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Hoy es el 'día D' en el Partido Socialista de Cantabria. La batalla está servida oficialmente. El diputado Pedro Casares presenta a mediodía su candidatura a la secretaría general del partido ... , después de promover la lista alternativa al pasado Congreso Federal del PSOE, que se impuso por escaso margen, y no sin polémica, a la lista oficial. En aquella ocasión actuó vía interpuesta, asumiendo el protagonismo la alcaldesa de Castro Urdiales, Susana Herrán. Hoy, por fin, Casares da la cara y toma el liderazgo del movimiento que propugna el cambio frente al actual líder del partido, su ex amigo Pablo Zuloaga.
En los pocos meses que han transcurrido desde el mencionado Congreso Federal se han sucedido las interpretaciones de lo acontecido en el mismo por parte de oficialistas y críticos, y en función de ellas, algún que otro trasvase de unas filas a otras en busca del posicionamiento cercano al ganador, tan imprescindible para sobrevivir en los partidos políticos de hoy en general, y del PSOE en particular. Para los de Zuloaga, no hay otra interpretación posible: Sánchez -no existe otro poder en ese partido- les premió colocando a Eugenia Gómez de Diego, Noelia Cobo y Javier Incera en puestos de órganos federales, al mismo tiempo que cesaba a Casares de la Ejecutiva Federal. Mantienen que el diputado ya conocía su futuro, y que por ello promovió la lista alternativa. Los de Casares prefieren pensar que no fue tan duro el varapalo, y que el Congreso Regional será otro partido.
Unos y otros apelan también al potencial «tirón» electoral del futuro líder. Y aquí los zuloaguistas se ven superiores con la progresión -mínima, pero recuperación al fin- del voto en las últimas citas electorales regionales, en contraposición al batacazo de Santander con mayoría absoluta del PP. También recuerdan los sucesivos fracasos del propio Casares cuando fue candidato, con los peores resultados de la historia del PSOE en la ciudad.
Con dos meses de antelación comienza la batalla en el socialismo cántabro. Muchos militantes confían en que las heridas que se abran puedan cicatrizar antes del próximo ciclo electoral. Pero quizá no.
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Ana del Castillo
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