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Un muy veterano militante socialista me comentaba, visiblemente contrariado tras el desenlace del congreso de 2017 del Partido Socialista de Cantabria: «Pero qué afán de ... poder tienen estos jóvenes». Los jóvenes a los cuales se refería eran Pablo Zuloaga y Pedro Casares. No gustaron a los añejos militantes las maniobras de ambos, paralelas a la reunión que mantenían todas las 'familias' socialistas para tratar de buscar una transición consensuada que no cuajó, porque el dúo supo hacer valer su alternativa. «El tren solo pasa una vez», se justificó al parecer Zuloaga.
Los ayer amigos inseparables, hoy son enemigos íntimos en la lucha por ese poder. Mañana sabremos quién gana el primer set del partido, la representación para el Congreso Federal. El definitivo será el Congreso Regional. Zuloaga juega de titular. Susana Herrán sustituye a un Casares que, de momento, no baja a la arena. Ni ha dejado claro si lo hará en la amplia entrevista publicada por este periódico.
Pedro y Pablo comparten algo: se deshacen en elogios hacia su gran jefe, Pedro Sánchez, siempre que tienen ocasión. Sin embargo, Pablo Zuloaga no cae bien a Sánchez. «¿Todavía tenéis a este aquí?», aseguran que preguntó la última vez que estuvo en Cantabria. Pedro Casares, por contra, es amigo suyo, pero está por ver qué incidencia puede tener ese factor. Quizá el jefe acabe obligándole a batirse el cobre en un duelo que no parece apetecerle demasiado… Como diputado nacional se vive bien.
Si los militantes valoran el tirón electoral de su número uno, Pedro emigró al Congreso, catapultado por su valedor, tras una concatenación de derrotas en el Ayuntamiento de Santander. Pablo, por su parte, ha conseguido mejorar ligeramente los números del PSC en las urnas a nivel regional, pero en la última cita el hundimiento de su socio le dejó fuera del Gobierno cántabro. Y en la oposición hace mucho frío. No hay prebendas ni pesebres que repartir, no se puede contentar a todos y es mucho más fácil que afloren con intensidad las diferencias en un partido siempre dividido. Hasta el punto de convertir en enemigos a amigos íntimos.
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Ana del Castillo
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