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Allá por 1953 se estrenó una película titulada 'Bienvenido Mister Marshall', que parodiaba el anhelo de un pueblo de conseguir beneficios del Plan Marshall estadounidense. Casi con el mismo ansia esperábamos en Cantabria la visita del ministro de Transportes, Óscar Puente, que se había hecho ... de rogar, pero finalmente vino a hacerse una foto en la inauguración del Muelle 9 de Raos. Ocasión idónea –aunque la obra la ha financiado en solitario la Autoridad Portuaria– para preguntarle aquello de ¿qué hay de lo nuestro? Y aquí es cuando pasamos de la expectación y cierta inquietud al desencanto que la presidenta del Gobierno de Cantabria resumió perfectamente: «Un jarro de agua fría».
Ni palabra de la integración ferroviaria de Santander; lo del nudo de Torrelavega, que se acabará para 2025 (casi cuatro años de retraso); el tren a Bilbao que se seguirá estudiando; el AVE a Reinosa, que llegará algún año… pero la mayor puñalada fue lo de La Pasiega. El proyecto estrella del anterior Gobierno y el actual, que contaba además con el compromiso de quienes le precedieron en el cargo.
Pide ahora el señor Puente garantías de que habrá empresas interesadas, reemplaza el verbo financiar de sus predecesores por el «acompañar», y esgrime un informe negativo de Adif sobre la imprescindible estación intermodal. Hasta el secretario general de su propio partido, Pablo Zuloaga, ha dicho que ese informe «no tiene en cuenta la realidad del polígono terminado» y «no valora el potencial logístico para el Puerto de Santander». La presidenta del Gobierno coincide en este argumento, y afirma que el citado informe «está mutilado». Dicho en román paladino: una mala disculpa para justificar la espantada.
Gobierno y oposición coinciden en afirmar que hay empresas interesadas en La Pasiega y que el proyecto es crucial para el desarrollo industrial de Cantabria y del Puerto de Santander. Sáenz de Buruaga promete negociar sin desmayo para tratar de hacer cambiar de idea al ministro, pero temo que lo va a tener muy crudo. Si esto fuera Cataluña o País Vasco, no habría reticencias ni condiciones, sino millones. Malvenido, señor Puente.
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