El órdago de Buruaga

No me cabe la menor duda de que lo ha hecho con absoluta convicción y voluntad de resolver un entuerto que trae por la calle de la amargura a los afectados desde hace un cuarto de siglo, que se dice pronto. Antes que ella lo intentaron –alguno con más, otros con mucho menos ímpetu– tres predecesores en el cargo, sin éxito. Los nuevos Planes Generales de Urbanismo que se veían como posible solución –jueces mediante– han avanzado con la celeridad de un caracol. Más se ha progresado –en algunos municipios– en la construcción de viviendas de sustitución para los propietarios que han aceptado esa salida. Y aquí aparece el segundo episodio de la inoperancia y el desastre perpetrado por las administraciones, regional y locales, en este asunto: el coste de esas viviendas y de las indemnizaciones lo pagaremos todos los cántabros. El primer episodio ha sido el sufrimiento de las familias, que a más de uno le ha llevado a la tumba.

Cuatro presidentes y nueve consejeros de Urbanismo después, si Buruaga gana este órdago incrementará considerablemente su crédito político, pero sobre todo, habrá resuelto un vergonzoso desastre institucional. No será fácil. Y lo dicho: la cuenta la pagaremos todos.