Pacto racista

Nadie en su sano juicio puede entender que Cataluña vaya a acoger a sólo 27 menores, mientras Melilla tendrá que aceptar a 34. La cuota para Cantabria será de 171. Son casi tres veces más que los que recibirá Baleares, y más del doble de los asignados al País Vasco. Exactamente 20 más que Asturias, y –parece coherente por tamaño y población– muy lejos de los 806 de Madrid o los 795 de Andalucía. El problema es que de las 212 plazas con que cuenta la red de protección de menores en nuestra comunidad, 36 están destinadas a menores migrantes y 22 de ellas están ocupadas, por lo cual, tan solo quedarían 14 disponibles. La cuota asignada por el gobierno de Sánchez multiplica por cinco la capacidad de que dispone Cantabria, por no hablar de los recursos económicos necesarios para asumir la atención hasta su emancipación a los 18 años de esos 171 menores.

Pactar con Junts un reparto de inmigrantes viene a ser como negociar con el zorro el cuidado de las gallinas. Los nacionalistas son racistas, supremacistas y xenófobos. Por mucho que Sánchez quiera ubicarlos bajo el paraguas del pacto presuntamente progresista, comparten en estas cuestiones los mismos planteamientos que Vox. Baste recordar que Jordi Pujol aseguraba que «el mestizaje será el fin de Cataluña». Su esposa, Marta Ferrusola, lamentaba que los niños catalanes no podían bajar a los parques «porque están llenos de castellanos». El histórico dirigente de Esquerra Republicana de Cataluña Heribert Barrera, afirmaba preferir «una Cataluña como la de la República, sin inmigración». Lo que los extremistas de Aliança Catalana dicen a los cuatro vientos, es lo mismo que piensan –pero callan– todos los partidos nacionalistas catalanes. Así se justifica que Puigdemont haya establecido el menor cupo de inmigrantes para su comunidad. Lobos racistas, disfrazados con piel de progre.