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En las décadas de los 50 y los 60 del siglo XX dos millones de españoles emigraron a Europa e Hispanoamérica. Al otro lado del Atlántico, México, Argentina y Venezuela fueron los principales destinos. Jesús fue uno de aquellos cántabros que buscaron un futuro mejor ... en el país tropical que tenía y tiene una de las mayores reservas de petróleo del mundo, la catarata más alta del planeta -el Salto Ángel- y el roedor más grande que existe, el capibara.
Jesús, que fue como un padre para mí, recordaba con emoción aquellos años que vivió «en el paraíso». Así calificaba a Venezuela, a donde emigraron más de 300.000 españoles. En aquella época un bolívar se cambiaba a 18 pesetas. Los años de trabajo en Venezuela permitieron a Jesús comprar su piso en Santander y el taxi con el que se ganó la vida tras su regreso. Fue tan feliz en Caracas, que estoy convencido de que se arrepintió de regresar. Los ojos se le iluminaban cuando hablaba de su clima tropical, de su rica biodiversidad, de la increíble belleza de sus selvas y sus playas, donde me contaba «escarbando unos centímetros con las manos, sacabas unas almejas enormes».
Aquel paraíso es hoy un infierno. Todo está del revés. El que fue país de oportunidades para hombres y mujeres de todo el mundo, ha visto cómo nueve millones de venezolanos han tenido que emigrar. Otros tres millones están dispuestos a hacerlo si la situación no cambia. El país con mayores reservas petrolíferas de América tiene racionado el combustible y, pese a sus ricos recursos naturales, el 80% de la población vive en la pobreza.
Pánico y miseria en el paraíso. Esta es la realidad de lo que ha supuesto la «revolución bolivariana». Un eufemismo que encubre una dictadura que acaba de perpetrar un escandaloso 'pucherazo' electoral, y que está dispuesta a perpetuarse a sangre y fuego, vergonzosamente avalada por personajes como Rodríguez Zapatero, y partidos como Podemos o Bildu. Tomemos nota de lo que nos esperaría si gobernasen. Jesús ya no está con nosotros. ¡Cómo me duele ver asolado su paraíso!
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