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El secretario general del partido socialista en Cantabria, Pablo Zuloaga, aseguraba hace pocos días que los dos diputados que representan a toda la región en el Congreso votarían a favor de la investidura de Sánchez «con mucho orgullo». Orgullo es, según la RAE, un sentimiento ... de satisfacción por los logros, capacidades o méritos propios, o que se sienten concernidos. Los representantes socialistas de Cantabria, y su secretario general, por tanto, se sienten plenamente satisfechos de que su región se vea relegada a tercera división en el concierto nacional; de que todos los españoles no seamos ya iguales ante la ley, gracias a la amnistía; de que un prófugo de la Justicia condicione durante toda la legislatura la continuidad al frente del Gobierno de su líder; de la colaboración para la investidura de partidos separatistas, xenófobos y más de derechas que el PP, por supuesto a cambio de jugosas prebendas, y también deduzco que celebran el logro del apoyo de los herederos de los terroristas.
La práctica política más deleznable, a los ojos del ciudadano, es el respaldo a decisiones que yendo en contra de sus intereses, asumen sus representantes. Antepone así el político los suyos particulares, y los de su partido, a los del paisano. Antes el pesebre institucional y la obediencia al líder, que la dignidad.
Esta semana Josep Borrell afirmaba que los acuerdos con los independentistas le provocan «bastantes preocupaciones», e Ignacio Varela, miembro del gabinete de Felipe González durante once años, apuntaba que «hay que ser antes demócrata que socialista». El secretario general de los socialistas cántabros, sin embargo, considera que el nuevo Gobierno es resultado del «diálogo, la concertación y la concordia, pensando en toda España». La realidad es que es el resultado del entendimiento entre todos los que no pueden conseguir sus objetivos más que beneficiándose de la inmoralidad de quien está dispuesto a ceder todo lo que sea preciso, a cambio del poder. Y a buena parte de ellos, lo único que les interesa de España es romperla, según han proclamado públicamente.
No tiene cabida el orgullo. Lo de los socialistas cántabros ha sido un papelón indigno.
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