El papeluco y el papelón

Un claro ejemplo es el famoso papeluco, firmado por Revilla y Sánchez. Uno de los puntos más importantes era el desarrollo del polígono de La Pasiega y su estación intermodal. El líder regionalista sigue alardeando de que si él hubiera sido presidente, el Gobierno central lo pagaría, como según su criterio, había comprometido. Hoy sabemos que tan solo contribuirá con el 50% del coste… Y gracias.

Otro papel firmado por el Ministerio de Transportes, que recogía la gratuidad de los trenes de cercanías en Cantabria, tras el sainete de los vagones que no cabían por los túneles, también se ha convertido en humo durante una semana. Afortunadamente, hemos vuelto a la situación anterior, gracias a la intervención desde Waterloo de un prófugo de la justicia: Puigdemont. A su dictado, el Gobierno de España ha troceado el decreto ómnibus, dejando en 29 las 80 medidas que incluía inicialmente. Algo que 24 horas antes, supuestamente, era inviable.

Aquí pasamos del papeluco al papelón. El papelón que ha protagonizado la Delegada del Gobierno en Cantabria para, siguiendo la estrategia dictada desde Madrid, culpar a quienes se opusieron a la miscelánea de asuntos incluidos en el decreto de que no se aprobaran medidas sociales. Propuestas con las cuales la mayoría de los grupos que votaron en contra estaban de acuerdo, como ha quedado de manifiesto tras la enmienda dictada por Junts. Por cierto, no haber incluido en el nuevo decreto la actualización de las entregas a cuenta a las comunidades, lo que supondrá que nuestra región cuente con 192 millones menos de lo previsto, ¿es defender los intereses de Cantabria? A Puigdemont solo le importa su concierto particular, y por eso este tema no va en el nuevo decreto.